Los restos arqueológicos del yacimiento del ladrillo han dejado en el paisaje urbano las huellas marcadas por la ficción del dinero.
Edificios inacabados con estructuras huérfanas de cemento, marcan la desolación colectiva ante el derrumbe sistémico de un modelo económico, frondoso por fuera pero anémico en sus cimientos más neurálgicos.
La España de ayer, como así la llaman millones de parados al acecho de su ecuación laboral, ha cambiado el paisaje frondoso de los prados verdes del dinero por los terrenos agrietados de secano.
Entre las ruinas del edificio derruido, quedan dispersos por el suelo urbano, los últimos trozos rotos del consumo exacerbado de los últimos diez años.
La satisfacción de necesidades materiales con recursos ajenos, al servicio de la "cultura occidental del tener inmediato", ha desajustado las cuentas internas de los bolsillos familiares, ante los primeros reveses de un mercado a la deriva sin los mandos "a priori" del Estado.
Las recetas utilizadas en la crisis local del 29 han levantado ochenta y un años después, el debate occidental entre los seguidores academicistas del señor Smith y los prokeynesianos.
Las inyecciones de estímulo realizadas al debilitado capitalismo occidental; así como la dieta de adelgazamiento llevada a cabo por la mayoría de las infladas instituciones públicas europeas no están surtiendo los efectos inmediatos deseados.
La ansiedad colectiva por vislumbrar la "luz al final del tunel", nos recuerda a los prisioneros de la caverna de Platón, que encadenados a la penumbra de una hoguera, la única verdad que veían eran las sombras proyectadas en la pared de su cueva.
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A la penumbra del fuego
Por Abel Ros, el 3 marzo 2011
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