Tras bajar la basura, deambulé por las calles del vertedero. Allí, entre residuos y cadáveres materiales, anduve por los recovecos del pasado. La historia, frente a lo que defienden algunos, no siempre camina hacia lo perfecto. Existen, maldita sea, repeticiones de torpezas y errores pasados. De ahí que existe una especie de péndulo que repite episodios caducados. Existe un retorno a viejas estructuras. Cambian los protagonistas. Cambian los personajes pero abundan las películas y finales similares. Por ello, queridísimos amigos, siempre doy gracias al presente histórico que vivo. A veces, miro por la ventana y brindo por la democracia, la paz y la seguridad. Aún así, no olvido a quienes viven, en la actualidad, periodos convulsos y difíciles de tratar. La geopolítica determina la vida de millones de similares a nosotros. Por ello, aunque un árbol sea un árbol, sus frutos son distintos en función del paisaje donde agarren sus raíces.
Tras cuarenta años de dictadura y un golpe de Estado fallido, España vive casi medio siglo de calma. Casi cincuenta años, como digo, de tranquilidad bélica tanto interna como externa. Ello, por desgracia, no significa que siempre siga igual. El siglo XIX, sin ir más lejos, fue una amalgama de regímenes políticos. De arreglos y desarreglos que culminaron en una sociedad polarizada y enfrentada. Una sociedad que soñaba con la estabilidad y el orden. Una estabilidad complicada ante la instauración de la radicalidad. La moderación, queridísimos amigos, es la clave para la dilatación de los periodos convulsos. Ni la cobardía – que diría Aristóteles – ni la temeridad sino la valentía. Nuestra consolidación democrática, y nuestra pertenencia a la Unión Europea, dificulta – para bien – la vuelta a una autocracia. Es complicado que exista una sublevación militar. Pero aún así, no debemos bajar la guardia. Y no la debemos porque cualquier nube de causas puede desencadenar un conflicto internacional.
El otro día, me decía Jacinto – un octogenario de mi pueblo – que "los republicanos no vieron la sombra de la dictadura". "Como tampoco – le respondí – avistamos la llegada de una pandemia". Los fenómenos históricos acontecen, en muchas ocasiones, de forma holística. No existe una linealidad sino un cúmulo de factores geográficos y temporales que desencadenan conflictos y pactos de paz. La vida desarrolla las mismas estructuras. En el camino hacia la vejez, puede ocurrir cualquier cosa. Desde enfermedades leves hasta tumores, accidentes y tragedias impensables. Es importante que desarrollemos la mirada presente. Una mirada que ocupe y no preocupe al espectador. De ahí, la necesidad de educar en el ahora. Soñar es necesario pero no suficiente para la vida buena. El sueño transcurre en una fantasmagoría, o dicho de otro modo, en otra realidad. La vida real se cuece en el cotidiano. Se cuece en los diálogos callejeros y en las acciones del día a día. Lo mismo ocurre con los países. Es obvio que el presente se explica con los mimbres del pasado. Pero tales mimbres no siempre atienden a razones, sino a pasiones, sinrazones y caprichos del azar.