El otro día, mientras paseaba a Diana por las calles del vertedero, tropecé con un titular que indignó la calma de mis temores. El titular rezaba así: "El gobierno de la Región de Murcia concede el premio Mujer del Año a una monja". Por mucho que lo leí y releí no encontré dónde estaba la noticia. Y no la encontré, queridísimos lectores, porque lo noticiable hubiese sido el nombre y apellidos de la agraciada y, por supuesto, los méritos de su premio. Méritos, la verdad sea dicha, más allá de su condición de monja, ama de casa o Secretaria de Estado. Precisamente, las monjas – en su mayoría – fueron las ausentes en las manifestaciones, del pasado 8 de marzo. Y lo fueron, a pesar de pertenecer a una organización – la Iglesia – liderada, por los hombres. Son ellas, más allá de las miles y miles de mujeres que gritaron igualdad en el manto del asfalto, quienes sufren a menudo agravios comparativos en el seno de sus vidas.
Aparte de las monjas, el Tercer Mundo necesita feminismo. Son las mujeres negras, por encima de la blancas, quienes viven anquilosadas en la cárcel del patriarcado. Mujeres, como les digo, que lloran en silencio su condición femenina. Y mujeres, claro que sí, donde sus gobiernos – normalmente dictaduras clientelares – miran hacia otro lado. Es necesario, le dije a Simone, que el feminismo occidental contagie su mensaje a las mujeres africanas. Esta desigualdad geopolítica – en materia feminista – afianza, todavía más, la brecha que siempre ha existido entre el Norte rico y ordenado, y el Sur hambriento y caótico. Una brecha en forma de violencia de género, carencias educativas y desequilibrios económicos. La solución pasaría por la política. Sin voluntad política, sin unos gobiernos que establezcan las condiciones para que sus sociedades sean iguales, el patriarcado negro gana la partida. Y gana porque las mujeres solas, sin el brazo político que las apoye, se convierten en hormigas ante la pisada del elefante.
A pesar de contar con millones de mujeres detrás de las pancartas. A pesar del auge español del feminismo, la diversidad del movimiento – diferentes clases sociales, múltiples teorías y abstracción en las propuestas – se convierte, por desgracia, en su tendón de Aquiles. Hace falta que el movimiento formalice sus reivindicaciones, legitime a líderes visibles e instrumentalice a los partidos para lograr su cometido. Es necesario, como les digo, que el feminismo se concrete. Que establezca medidas precisas. Medidas para acabar con la lacra de la violencia de género, la brecha salarial y la desigualdad de poder entre faldas y corbatas. Para ello, para cambiar el sino de las mujeres. Para que ser mujer no sea un hándicap en pleno siglo XXI, hace falta que sus propuestas se concreten en los programas de los partidos. Es hora de pasar del ruido del asfalto a la pelea en los despachos. Es hora de que la igualdad sea una cuestión de Estado, como lo es la defensa, la economía y el problema migratorio.
Pilar Martinez
/ 13 marzo, 2019Pero es muy difucil luchar contra el patriarcado . Los partidos politicos, y hablo solo de los de izquierdas , porque con los de derechas ni me lo planteo, es sumamente dificil. La sociedad esta dominada por el varon. Nos queda mucha lucha y camino por recorrer. Y hablando de monjas , la Iglesia es una institucion formada por hombres que no han entendido el mensaje evangelico, viven en su casa de cristal y no les importamos ni un pimiento. Alla ellos
Juan Antonio Luque
/ 8 marzo, 2021Escribiste este articulo hace dos años y la brecha entre el feminismo y parte de la sociedad se ha agrandado, dos años después, sobretodo con el auge constante de la ultraderecha. Sin embargo, todavía estoy esperando la utocritica del porqué se produce esto, porque todos son somos responsables de lo que esta pasando.