El otro día, tras la victoria de Casado, recibí un correo de Alejandro, un periodista de las tripas colombianas. Lector infatigable del Rincón desde hace varios años, quería saber por qué había ganado Pablo en lugar de Santamaría. Desde la politología, la victoria de Casado puede interpretarse, entre otros factores, como la ruptura con el marianismo, la corrupción y todo lo que representa el éxodo de votantes hacia las orillas del morado. Sea cual fuere la interpretación que los politólogos hagamos de este desaguisado, lo cierto y verdad, es que el cetro de Casado no se consiguió por una victoria holgada, sino más bien por un resultado al borde del empate. Aparte de las promesas que tanto Soraya como Pablo hicieran a los cientos de compromisarios, lo que está claro – clarísimo – es que dentro de Génova conviven exaltados – una mayoría de afines a los postulados de Hayek – con moderados – una minoría de afines a los postulados de Rawls -.
Esta división entre la derecha radical y la moderada condiciona, de alguna manera, el camino hacia los próximos comicios. Frente a al centrismo de Soraya, el "pablismo" representa los valores clásicos del conservadurismo. Casado representa, como les digo, la reversión del aznarismo y el fraguismo. La derecha de Pablo es aquella que defiende – según la tradición – el mercado por encima del Estado, la moral cristiana como prioritaria en un país aconfesional, la familia tradicional frente a la pluralidad de modelos de convivencia, y la unidad territorial en detrimento de las autonomías. Casado representa – según se desprende de su discurso – los principios tatcheristas. Principios que pusieron en praxis José María Aznar y Esperanza Aguirre en sus tiempos de mandato. Un gobierno liderado por el delfín de la derecha desembocaría, una vez más, en una España abrazada al credo americano. Una Hispania de muchos pobres y pocos ricos, de apuesta por la educación privada frente a la pública y desmantelamiento del Estado del Bienestar. Una España, en conclusión, más desigual e injusta en contraste con los resultados de la versión socialdemócrata.
La elección de Casado insufla una bocanada de aire fresco a las filas del morado. Gracias a su cetro, las filas de Rivera recuperan la fuerza de sus sables para conquistar el centro-derecha. Un feudo en barbecho desde que los sorayos perdieron su espacio el pasado domingo. La mancha de Pablo, por las presuntas irregularidades de su máster, deja la puerta abierta al discurso de la corrupción, por parte de Ciudadanos. Con el Pepé dividido entre sorayos y pablistas, la integración de Casado es condición necesaria pero no suficiente para apagar el fuego de cara a los próximos comicios. La victoria de Casado acalla las voces, que atacaban a la derecha por haberse convertido en un partido de carrozas. Ahora, tanto la derecha como "la nueva derecha" – Ciudadanos – cuentan en su haber con dos rostros jóvenes de cara a la galería. El fracaso de Soraya escenifica a una derecha de corte masculino, alejada de los valores feministas y paritarios del partido socialista. El Pablismo sirve a Pedro Sánchez para reforzar su identidad con el voto femenino. Con Casado al frente del Pepé resurgirán los eslóganes del felipismo. Una vez más, la sombra del franquismo vuelve a estar presente en la España del veintiuno. Atentos.
Yolanda Arencibia
/ 26 julio, 2018Pon tú….
dezabaleta
/ 27 julio, 2018Interesante …
Saludos
Mark de Zabaleta