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Pensionistas de Rajoy (II)

Durante los años dorados, El Capri se convirtió en una referencia del jazz a nivel provinciano. Recuerdo que todos los viernes, a eso de las doce, actuaban grupos provenientes de los lugares más recónditos. El saxo se entremezclaba con el olor a tabaco que desprendían las mujeres y hombres a deshoras. Allí, más solo que la una, el que escribe mataba el tiempo peleándose con los cubitos y el limón de la Coca Cola. En aquellos tiempos, mi vida transcurría por las sendas de amores fracasados. Amores equivocados, por llamarlos de alguna manera, que dejaron mi carácter más áspero que el papel de lija. Lo único que deseaba, en aquel campo de batalla, era resistir como un valiente en el taburete de la barra. Peter se convirtió en mi paño de lágrimas; me demostró que más allá de la relación entre un barman y su cliente, se escribía un contrato de confidencialidad entre dos hombres fracasados. Peter nunca fue un agraciado en las tierras del amor. Tras varias relaciones frustradas se casó con Antonia, una clienta que acudía al garito los domingos al mediodía.

En aquellos años conocí a Jacinto, un octogenario de las tripas de mi pueblo. Una vez al mes, se dejaba caer por El Capri para tomar su café y copa de JB. Según él, el café que le preparaba Peter era de tres tenedores: amargo, espeso y aromático. Mientas se lo bebía, solía hablar de su media vida en Suiza. Allí trabajó de camarero en un restaurante de alto estanding. Y allí conoció a Úrsula, su mujer desde los veinte. Aparte de los relojes y los bombones; Jacinto me hablaba de pensiones. De esto que estoy escribiendo hace más de quince años; y ya, desde aquel entonces, Jacinto me decía que en España algún día habría manifestaciones de jubilados. Hoy, la verdad sea dicha, me acuerdo de sus palabras y, desde aquí, me quito el sombrero ante tanta sabiduría. Me contaba que en Suiza existen los "tres pilares", un sistema de pensiones complejo pero eficaz al mismo tiempo. Las pensiones se estructuran en tres ejes: pensiones básicas estatales, planes de pensiones ocupacionales y planes de privados.

En España, como saben, tenemos un sistema de reparto; de tal forma que el activo paga la pensión del pasivo. Las pensiones están estructuradas en contributivas y no contributivas (o asistenciales). Mientras las primeras están sujetas a las cotizaciones realizadas durante la vida laboral, las segundas están financiadas, vía impuestos, a través de los Presupuestos Generales del Estado. El problema de nuestro sistema – aparte del aumento de la esperanza de vida, el envejecimiento y el encogimiento de la población activa -, viene determinado por los salarios y los impuestos. Las pensiones son la consecuencia de las políticas salariales y fiscales. Así las cosas, para bien o para mal, nuestro mercado laboral es dual. Hay, por un lado, trabajadores fijos con sueldos medios y altos y, por otro, trabajadores temporales con salarios bajos. Estos últimos abanderan nuestro mercado y nos sitúan en los primeros puestos del ranking de precariedad laboral europea. Este problema se solucionaría, más que con subidas de las pensiones de uno a cinco euros, como han propuesto el Pepé y el PSOE, con una subida considerable de los salarios. No olvidemos que cuanto mayor sea la suma de los totales devengados, mayor será el importe de las bases de cotización y, por tanto, mayor será – a su vez – la cuantía de las pensiones.

Las pensiones de jubilación asistenciales cabalgan de la mano de los impuestos. Tales prestaciones – cuya cuantía son cuatrocientos cincuenta euros, más o menos, al mes – salen del bolsillo de todos nosotros. La presión fiscal condiciona, de algún modo, el modelo de Estado de Bienestar que tenemos. No olvidemos que somos uno de los países con menor carga impositiva de Europa, por debajo de Irlanda. Para darle la vuelta a la tortilla, o dicho más técnico, para que los ciudadanos en riesgo de pobreza se alejen del precipicio sería necesario que los impuestos aumentaran. Un aumento de impuestos – sea la medida de izquierdas o de derechas – sería la solución necesaria para estrechar la brecha de la desigualdad. Esta medida – sin duda, nada electoralista – nos situaría más cerca del modelo escandinavo. Más cerca de nuestra vecina Francia y, más cerca, de aquellos países que creen en la igualdad por encima de la libertad. Más impuestos, por mucho que nos duela, supondría un crecimiento económico sostenible; alejado del "sálvese quien pueda" del neoliberalismo merkeliano.

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1 COMENTARIO

  1. Un buen artículo …

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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