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El pluralismo fracasado

Hace una semana, un lector de las tripas andaluzas; me preguntaba: "si el bipartidismo, de los tiempos Felipistas, volverá a los tiempos presentes". Le indignaba que el pluralismo incipiente fuera un atasco para la gobernabilidad del país. Tanto es así, que prefería una mayoría absoluta del Pepé o del partido socialista a un hemiciclo dividido por la inclusión de las fuerzas emergentes. Tales fuerzas – me decía – han surgido por la herencia recibida de la crisis económica y la corrupción galopante. El partido de Pablo Iglesias no existiría sin los indignados de Hessel y, Ciudadanos no tendría cabida sin "las ovejas descarriadas" de Rajoy. Así las cosas; el fin del pluralismo tendría los días contados; si volviéramos a la España de las grúas y se depuraran las aguas turbias de Génova. No olvidemos – decía este lector -que cuando España iba bien; nadie salía a la calle a pedir más Estado y menos mercado.

Después de recibir el correo; llamé por teléfono a Enrique – un viejo conocido del treinta y seis -. Necesitaba hablar con alguien que hubiese vivido la dictadura; la transición y la consolidación democrática. Nos fuimos al África a tomar un café y, durante toda la tarde, cambiemos impresiones acerca del asunto. La Hispania actual, le recordaba a los tiempos Adolfinos; época marcada por una ciudadanía cabreada y resentida por cuarenta años de dictadura; rombos y autarquía. En días como hoy, la ruptura del bipartidismo es la consecuencia – como en los tiempos del Caudillo – de una España indignada con su reciente pasado. Un pasado marcado por el desmantelamiento del Estado del Bienestar; las altas tasas de paro y la corrupción de las élites. Es, precisamente, el enfado con el "atrás"; el eslabón que une al "tiempo nuevo", anunciado por S.M. con la efervescencia de la Transición.

Mientras en el Suarismo, los partidos políticos buscaban el consenso, ante el temor al ordeno y mando de cualquier jefecillo; en los tiempos de Rajoy, se ha perdido el miedo a las recaídas democráticas. Actualmente, los partidos miran sus ombligos en lugar del consenso y la salvación del Estado. Ya no importa que la ingobernabilidad desemboque en dictadura; ni siquiera que el país esté paralizado por las líneas rojas de unos y las intransigencias de otros. Lo único que interesa al pluralismo incipiente es quién liderará el barco de La Moncloa. Un barco – estimados lectores – con los motores averiados desde el movimiento 15-M y los casos de corrupción. Si hubiese ganas de llegar a un pacto de Estado; los líderes pondrían de su parte para arrimar posturas, en lugar de echar tierra por medio en cuestiones de calado. Resulta preocupante – en palabras del borracho – que esta cultura de egoísmo partidista; no desemboque en corrientes ideológicas de corte Lepenista.

Tras escuchar a Enrique; decidí responder a mi lector. Reflexioné sobre lo hablado y, llegué a la conclusión de que volveremos al sistema bipartidista. Los votantes de Ciudadanos regresarán – tarde o temprano – a los portales de Génova y, los podemistas volverán a sus sitios acostumbrados. Para que esta hipótesis se cumpla se deben cumplir dos condiciones necesarias. La primera, que las aguas turbias del Partido Popular recuperen la transparencia de los tiempos Aznarianos. La segunda, que el consumo arranque – de una vez por todas – la maquinaria del empleo. Sin corrupción mediante y alegría económica; el pluralismo se convertirá en un sueño pasajero. Se convertirá en un sueño pasajero – como les digo – porque este experimento democrático, solo está sirviendo para el enfrentamiento entre partidos. Algo, que no gusta a los votantes y es perjudicial para el avance; no es bueno para la democracia.

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5 COMENTARIOS

  1. Creo que la cuestión planteada (bipartidismo vs. pluripartidismo o pluralismo) es más compleja que de lo que del art. anterior se desprende.
    Cuando tras la transición se aprobó la primera Ley electoral (yo lo viví en directo) la intención no era ni mucho menos el temor al ordeno y mando de cualquier jefecillo, sino la de evitar la profusión de partidos políticos que nacieron tras la transición y que dificultaban (como pasa hoy) la gobernabilidad del Estado.
    Aquél planteamiento propició que las formaciones próximas se fusionaran y se redujera así el número de partidos en liza y ello acabó en pocas convocatorias en el, en mi opinión mal llamado, bipartidismo.

    Y digo mal llamado porque junto al PP y al PSOE, siempre han estado compareciendo en los comicios otros partidos – nacionalistas preferentemente – así como las distintas versiones del PC, partidos regionalistas etc. que nunca alcanzaron el poder en el Parlamento español.
    Este es pues el verdadero bipartidismo, el que desde la desaparición de la UCD y su reintento con el CDS, tan solo el PP y el PSOE han gobernado en España y fundamentalmente por la Ley D’Hont y el sistema de circunscripciones electorales, así como por otros flecos de la Ley electoral.

    El bipartidismo como tal, no es en sí nocivo, lo que es nocivo es que ambos partidos han consolidado su condición de únicos alternantes del poder, y se han ido protegiendo recíprocamente para mantener sus privilegios, sus prosélitos y sus injerencias (pactadas) en la mayoría de la instituciones políticas del Estado, en las Cajas de Ahorro, en las instancias supremas del poder judicial y sobre todo y por encima de todo en la protección de los «corruptos» y falta de acción ante sus tropelías.

    Alguien ha dicho en redes, que la culpa de que haya nacido el monstruo de Podemos, radica en la corrupción sistemática de activos de los dos grandes partidos.

    Este si que es el lado nocivo del bipartidismo. Pero sinceramente veo muy dificil, muy complicado, que los que tienen la mayor resposabilidad todavía remuevan estos handicaps para conseguir de verdad el fracaso del «pluripartidismo», o pluralismo como dice el titular.

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  2. Mark de Zabaleta

     /  9 marzo, 2016

    Demasiados egos políticos arruinan una solución necesaria para el pueblo….

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  3. Juan García

     /  12 abril, 2016

    Gracias al pluralismo la política de este reino ha experimentado la mayor regeneración democrática que ha conocido nuestra historia reciente.

    Hasta que los dos cómplices de los males del bipartidismo no le vieron las orejas al lobo, no hicieron nada por limpiar sus partidos.

    Las denuncias de UPyD, Podemos y C’s canalizaron el asqueamiento y el hartazgo de millones de ciudadanos que veían como el PP y el PSOE se burlaban de ellos mientras crecían el desempleo, los recortes de los derechos sociales y la pobreza.

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  4. ¿Transparencia de los tiempos aznarianos? Disiento, Abel. La corrupción actual del PP se gestó como estructura básica de acción en los tiempos de Aznar. A eso hay que sumarle lagestión de la guerra de Irak y del atentado del 11M. No creo que se pueda hablar de transparencia. Por otro lado el pluralismo es un fenómeno europeo,no solo de lapetética democracia española. Eso nos induce a pensar que los procesos migratorios y la cultura de la post-verdad tienen mucho que ver con la diversa geografía política europea….creo, vaya.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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