Mientras todos los líderes de la Cámara Baja suspendieron en el último barómetro del CIS, el Papa, sin embargo, fue proclamado como "el hombre más valorado" del pasado año. Es, precisamente, este contraste entre los suspensos del hemiciclo y el sobresaliente de Francisco, el que invita a la crítica a reflexionar sobre el asunto. Para ello, para saber qué se esconde detrás del éxito del Pontífice; analizaremos, en primer lugar, su estilo de liderazgo. A continuación trazaremos los rasgos distintivos de nuestros líderes políticos y veremos, en cada uno de ellos, la distancia que los separa de los mimbres de Bergoglio. No olvidemos que este análisis no es un trabajo de investigación académica, faltaría más, sino una aproximación antropológica a la diversidad de liderazgos, dentro de los límites de un artículo periodístico.
El liderazgo del Pontífice se basa en cuatro mimbres fundamentales: coherencia, valentía, autocrítica y mediación. El primero – la coherencia – queda patente en la correlación existente entre sus dichos y hechos. Desde que acarició el cetro de las sotanas, el Papa supo que existía un abismo entre la Iglesia pobre – la de puertas hacia afuera – y la rica – la de puertas hacia adentro-. De cara a la galería, todos los Papas anteriores han hablado de las miserias del cuerno africano pero, sin embargo, han vivido como marqueses a las sombras del Vaticano. Para romper esa lanza de incoherencia e hipocresía, Francisco ha renunciado a los lujos de la Curia; se ha hospedado en un piso de "mala muerte" y ha prescindido de todo aquello que oliese a quilates y mariscadas. El segundo mimbre: valentía. Mientras otros Papas han viajado en Papamóvil cubierto, el presente lo hace sin escudo; a pesar del atentado que sufrió, en su día, Józef Wojtyla. Bergoglio, como les digo, hace cosas atrevidas: como viajar a Jordania o ponerse a rezar en la Explanada de las Mezquitas. El tercer mimbre de su liderazgo: autocrítica. Francisco no es un Papa dócil, ni muchísimo menos. Dice lo que piensa acerca de las miserias de la Iglesia; a pesar de que le lluevan los enemigos en el seno del Vaticano. Y por último, el cuarto mimbre de su secreto: mediación. Francisco es un hombre de acción, a diferencia de Benedicto que lo era de reflexión. Un hombre, que desde las telas de su sotana ha conseguido que Barack y Raúl emprendan la senda del diálogo, tras cuarenta años de guerra fría entre yanquis y cubanos.
Rajoy está a años luz de los cuatro mimbres básicos del liderazgo de Bergoglio. En primer lugar, don Mariano carece de coherencia. Desde que llegó a La Moncloa no ha cumplido "ni una sola vocal" de su programa electoral. Prometió bajar los impuestos y los subió a la primera de cambio. Prometió políticas sociales y destruyó el Estado del Bienestar. Prometió empleo de calidad y nos trajo precariedad. Y así, estimados lectores, un sinfín de incoherencias entre sus dichos y hechos actuales. Rajoy, como ustedes saben, tampoco es un hombre valiente. Un presidente valiente no se esconde detrás de ridículos plasmas para evitar ser preguntado. Don Mariano no es un hombre valiente, como les digo, porque solamente "da la cara" cuando sale el sol y se esconde, como las hormigas, durante los días de tormenta.
Don Mariano no hace autocrítica en el seno de su partido. Se pone de perfil – en palabras de Gabriela – cuando le preguntan acerca de la corrupción manifiesta en el seno de su partido. Y, por último, nuestro presidente no es un hombre de Estado. No lo es, como les digo, porque no escucha el grito de las pancartas y, ni siquiera ha estado a la altura en la gestión del Ébola y la cuestión catalana . Luego, es normal, que su estilo del liderazgo sea valorado con 2,31 puntos en el último barómetro.
Pedro Sánchez, por su parte, tampoco sale bien agraciado en el sondeo mencionado. No sale bien agraciado, como les digo, porque su estilo de liderazgo no cumple con algunos de los cuatro mimbres básicos del secreto de Bergoglio. Dicen las malas lenguas de Ferraz que: "el líder socialista no es un hombre coherente". Dijo que nunca coquetearía con la casa de Génova y hoy, cinco meses más tarde al frente de la rosa, se rumorea que mantiene conversaciones con Cospedal para tejer una posible alianza postelectoral entre "sanchistas" y "marianistas". A diferencia de Rajoy, Pedro sí es un hombre valiente. Aparte de escalar el peñón de Ifach y colgarse con Calleja a setenta metros de altura, "el ahijado de Susana" es un político valiente porque se enfrenta a la gente tanto en días soleados como en los grises parisinos. A Pedro le falta – dicen sus detractores – ser más autocrítico con las siglas de su partido; reconocer que el PSOE se ha quedado sin discurso desde la irrupción de Podemos y, aceptar que su "cara bonita" no es condición suficiente para ganar las elecciones. Y, por último, a Sánchez le falta ser más hombre de Estado que estandarte de partido. Un hombre de Estado, como les digo, que le hable a la gente en lugar de a los suyos y, que se convierta en el mediador que necesita la izquierda para consolidar el pluralismo. Por todo ello, el líder de la oposición no ha pasado de 3,85 puntos en el último barómetro. Tanto es así, que desde entonces, Susana Díaz – su madrina política – ha insinuado, en más de una ocasión, que no descarta presentar su candidatura a las próximas generales.
El barómetro del CIS solamente recoge la valoración de los líderes del Congreso, luego la valoración de Pablo Iglesias tendrá que esperar hasta que su partido ostente, algún día, representación parlamentaria. Aún así, sin la nota mediante acerca de su liderazgo, analizamos su estilo con los mimbres de Bergoglio (coherencia, valentía, autocrítica y moderación). En primer lugar, el líder de la coleta tampoco es un hombre coherente. No lo es, cierto, porque desde que fue votado en las pasadas europeas ha ido cambiando, a su antojo, las vocales de su discurso. Pablo Iglesias tampoco es un líder valiente. Si lo fuera – en palabras del bombero – hubiese acudido al programa de Barneda para responder abiertamente acerca del caso Errejón, y los supuestos cobros en "B" procedentes de la Tuerka. Aunque Pablo ha sido crítico con los platos elaborados en la cocina de su partido, lo cierto y verdad, es que le falta el distintivo de la "mediación", el último mimbre de Bergoglio. A día de hoy, el líder de Podemos no está por la labor de tender puentes postelectorales al principal bastión de la izquierda, el partido socialista. No lo está, como les digo, porque ello supondría fusionarse con la casta. Llegados a este punto, si alguien me preguntara por mi valoración acerca del liderazgo de Pablo Iglesias, le diría que no se merece el aprobado. No se lo merece porque, a día de hoy, con los mimbres de Bergoglio por en medio, el líder de la coleta carece de coherencia, valentía y disponibilidad para el consenso.
Emilio Atienza
/ 2 enero, 2015Espléndido y certero artículo.
Estoy totalmente de acuerdo con el análisis.
Remedios
/ 4 enero, 2015Buena, valoración comparto en gran medida lo dicho, los socialistas han hecho un lavado de imagen poniendo al «niño guapo» al frente, pero…siguen la filosofía felipista que ha dejado de lado los ideales socialistas, vendidos, en gran medida a los intereses del partido y de los mercados http://www.remedioslopezleon.info/news/retocando-lo-que-nunca-debio-ser-reformado/
Saludos
Mark de Zabaleta
/ 10 enero, 2015Un coherente análisis de un mercado político que, al final, siempre es más de lo mismo…
Saludos