Dice la sabiduría de los bares que la mejor terapia para la curas emocionales es el cambio de perspectiva. Cambiar de perspectiva significa ver las cosas desde el lado positivo, el vaso medio lleno de toda la vida. Esta máxima mundana es utilizada por la mayoría de los partidos el día después de unas elecciones. Gracias a la relatividad de los datos estadísticos, los líderes políticos los cocinan para que sean aplaudidos por la mayoría de sus comensales. Así las cosas, María Dolores de Cospedal dijo que el PP había ganado en Europa, cierto, pero cayó como una monja que su partido había perdido ocho escaños con respecto a las últimas europeas. Rubalcaba habló del fracaso del bipartidismo para diluir su derrota en las aguas de la derecha. Ayer Alberto Garzón escribió en su cuenta de twitter: "por supuesto, los cargos, militantes y votantes de @ahorapodemos son compañeros de proyecto político. No cabe pensar algo distinto". "Compañeros de proyecto", cierto, pero con mu-chí-si-mos matices. Rosa Diez también habló de victoria electoral. Ganó la etapa – en la jerga del ciclismo -, pero descendió – queridos amigos – en la clasificación general. Izquierda Unida, por su parte, también alardeó de triunfo electoral, pero escondió entre sus camales los mordiscos de Podemos.
Desde la crítica debemos ir más allá del marketing de partido y reflexionar acerca de las tendencias que hay detrás de los resultados del domingo. En términos objetivos, lo cierto y verdad, es que corren nuevos tiempos para la pluralidad política. Hemos pasado de una parrilla capitaneada por "los reyes del mambo" – PP y PSOE, el Real Madrid y el Barcelona de la liga nacional – a un escenario multicolor de proyectos cargados de ilusión y nuevos liderazgos. La irrupción de Podemos, el partido de Pablo Iglesias, ha canalizado para los foros europeos a las voces disidentes contra la desideologización del PSOE y el desgaste de la derecha. El mensaje del joven madrileño ha calado entre los "camorristas y pendencieros" de Aguirre; "los descamisados de Dragó"; los espectadores de "la Tuerka"; los desahuciados de Rajoy y, los frikis de Arriola. Pablo Iglesias ha sabido integrar en su discurso la queja social que subyace en este estercolero de miseria moral llamado España. A pesar de ello, las malas lenguas de la envidia lo han tachado de demagogo social, oportunista televisivo, populista y, de "moda pasajera".
Susana Díaz, por su parte, ha sido el caramelo que ha endulzado el varapalo de Rubalcaba. La discípula de Griñán ha devuelto al PSOE el discurso ideológico de los tiempos felipistas. La "Aguirre de la izquierda", como ha sido etiquetada por los foros sociológicos, ha defendido, como nadie, el último bastión socialista. Susana se entrevistó con Mas, lo que no hizo su jefe – Alfredo – en dos años de liderazgo. Desde la crítica seguimos reivindicando "un líder, un programa y un partido" para reconstruir los pétalos marchitados de la rosa. Un líder que devuelva al PSOE el espíritu de cambio, protagonizado en la Transición democrática. Un programa, coherente con su ideología; una ideología marcada por la defensa a ultranza del Estado del Bienestar por encima de los intereses merkelianos. Y, finalmente, un partido cohesionado, sin escisiones ni fisuras que sepa aglutinar en su seno los discurso díscolos acerca del modelo territorial. En breve, según anunció don Alfredo, se convocarán primarias para elegir a su sustituto. Ahora bien, por muy bueno que sea el patrón, si las rutas de navegación son ambiguas y el barco no es consistente, estamos – como diría aquél – con un proyecto a la deriva.
Llegados a este punto, existe un claro mensaje de las urnas europeas. La gente, queridísimos lectores, quiere savia nueva que devuelva a este país la ilusión por la política. El pueblo ha dicho "NO" a sesentones como Rubalcaba y Cañete. La gente ha dicho "NO" a señores que llevan toda su vida "calentando escaños" en el patio de los leones. Los ciudadanos están – estamos – hartos de que los intereses partidistas estén por encima de los generales. El ciudadano de a pie no ha visto con buenos ojos – y así lo ha castigado – que durante una semana de campaña solamente se hablase de machismo en lugar del euro, la troika y, las instituciones europeas. El machismo ha sido utilizado, por parte del PSOE, como arma arrojadiza para sacar tajada de las torpezas de Cañete. El pueblo, que de tonto no tiene un pelo, se ha percatado de ello y ha votado en consecuencia. Hoy, tanto Pablo como Susana son los claros vencedores. Pablo, por su capacidad para que le votasen un millón doscientos mil españoles, provenientes del PSOE e IU, y situarse como cuarta fuerza política, por encima de UPyD. Susana, por arrebatar el liderazgo informal a Rubalcaba; por conseguir recuperar el espíritu socialista en las tierras andaluzas y, por consolidar su figura de cara a las próximas autonómicas o "nacionales". Una vez más, los jóvenes han dado una lección de inteligencia y humildad a una nueva forma de hacer política. Ambos – Pablo y Susana – tienen poca experiencia, no están rodados en el tema, cierto. Tampoco lo estaba Obama y consiguió con su discurso el premio Nobel de la Paz.
Mark de Zabaleta
/ 29 junio, 2014Hace falta una renovación de ideas y ofertas ajustadas a las necesidades reales de esta sociedad.
Saludos