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Los rojos de Aljariz

Después del Nodo, a eso de las diez, se reúnen en la taberna de Andrés los rojos de Aljariz,  un pueblecito de medio millar de habitantes situado en la provincia de Almería. La reunión tiene lugar en el cuarto donde Andrés almacena los botellines de cerveza; las sillas de la terraza y, los útiles de limpieza. A la cita de hoy han acudido "el rata"; "el pintao"; Claudio – "el avispa" y, don Manolo – el maestro -. "El rata" acaba de cumplir treinta y dos; está casado con Pepa;  cuando tenía cinco años falleció su padre. Cuenta este señor de sangre republicana que los tricornios del régimen mataron a su padre por cuestiones ideológicas. "El pintao" es un señor de dientes amarillos; amarillos de tanto fumar Ducados y beber carajillos en las barras de Aljariz. Es de gesto serio, de voz ronca y gran admirador de Lerroux. Claudio – "el avispa" – vive a unos cincuenta metros de la taberna. Acude a la reunión con una camisa gris oscuro y barba de tres días. "Mientras en París  – en palabras de Manolo, el maestro – la gente viste con colores llamativos, en esta España fascistoide, nadie viste a lo francés, por el miedo al qué dirán los curas y monaguillos". Manolo, la verdad sea dicha,  es el más ilustrado de los tres; en su casa esconde algunos números de la revista "Realidad" – revista del Partido Comunista Español (PCE), publicada en Roma – y,  dos ejemplares de la "Tribuna Democrática Española" – publicada en París -. Es un lector voraz de Aranguren y Galván. Del primero ha leído "Sobre ética social y función moral del Estado" y, del segundo "Costa y el Regeneracionismo". 

"El rata" cree  en la fuerza obrera y el ruido de los maquis para vencer al Caudillo. Siente una gran admiración por el mito ruso y sueña con vivir algún día en una "España soviética" gobernada por Carrillo. Debajo de una losa -en su casa – conserva varios números de la revista "Nueva España". "Nueva España" fue un semanario de izquierdas donde se divulgaban las ideas socialistas en los tiempos de República. "El rata" critica sin pudor – pero siempre en voz bajita – a Ortega y Gasset por codearse con el régimen. Dice de él que es "un socialista vestido de burgués, al igual que Pablo Iglesias y todos los sociofascitas". Manolo, sin embargo, se identifica con el reformismo defendido por los primeros socialistas. Mira con admiración las apuestas de Iglesias, Jaime Vera, Antonio García Quejido y Juan José Morato. En una ocasión dijo que veía con buenos ojos que en la dictadura  franquista hubiese una posición oficial del socialismo obrerista, tal y como defendió Largo Caballero en la era "primorriverista". "Queridos camaradas debemos combatir al franquismo desde dentro. Nosotros – los rojos –  seremos el caballo de Troya que incendie al nacionalcatolicismo con las antorchas republicanas", son palabras típicas de Manolo. Entre las doce y la una de la madrugada pasa por la calle de la taberna el camión de la basura. Los basureros son hijos de militares que se han decantado por la escoba al no valer para el ejército. Algunos ponen la oreja detrás de la persiana para saber lo que se cuece de puertas para adentro. Son – como dice "el pintao" – "los chivatos de Aljariz, los mismos que levantan la ceja para saludarte y cuando te das media vuelta, van y le cuentan al alcalde cualquier chisme para que seas el elegido". "Ser el elegido" significa ser candidato al "paseillo".

Al hermano de Claudio – "el avispa" – lo hallaron muerto en el huerto de "Corrales". De vez en cuando solía ir por la taberna para liberar, por unas horas, a los presos de sus barrotes. "los presos" eran sus pensamientos reprimidos; pensamientos condenados a la pena del silencio por el ordeno y mando de Franco. Luchó contra su enfermedad – "la homosexualidad" -hasta que descubrió que el síndrome que padecía no era nada grave, ni tan siquiera una gripe pasajera. El hermano de Claudio – que en paz descanse – era un adicto a los poemas de Federico. En la tertulia de la taberna solía recitar, en los días de luna llena, alguna que otra estrofa de "la casada infiel"; "la muerte de Antoñito, el camborio" o, "el martirio de Santa Olalla". Un día, dicen las malas lenguas de Aljariz, vieron al hermano de Claudio andando con otro hombre por el huerto de "Corrales". Corrales es un señor conocido por sus grandes fincas de olivos y limoneros. En Aljariz tiene un huerto sin vallas donde las parejas atrevidas se esconden entre los árboles para pecar como católicos a espaldas de los curas. Algunos  "maricones", como así se llamaba a los gais del franquismo, eran condenados como asesinos a  los psiquiátricos del régimen. Otros, los que eran pillados "in fraganti"  – como es el caso del hermano de Claudio – eran carne trémula para los tricornios de la noche. En su funeral, el cura habló de los pecados de la carne y de las ovejas descarriadas de Cristo. 

"El pintao" es el hijo del tornero. Fuma más que un carretero. Su vicio son las cartas y las mujeres. Dicen por la taberna que suele frecuentar el bar de lucecitas que hay en dirección a Almería, el bar de Lola. Su mujer se llama Juana, es la hija de "los García". Todas las mañanas pasa por la puerta de la taberna para comprar el pan en la panadería de Rodríguez. Iba para solterona pero por un arreglillo entre "los torneros" y "los García" se casó con "el pintao". "El pintao" estudió hasta los trece años en un colegio de monjas. El sueño de su padre era que su hijo llegara a ser alguien en la vida pero, verdad de las grandes,  nunca aprovechó para los libros. "¡Cuántos huevos y conejos le regalé a don Gregorio para que aprobara a mi pintao!", solía decir el tío Paco, el padre de nuestro amigo. A pesar de su incultura, "el pintao" sabe de qué habla cuando habla de política. Cuando habla con Manolo no se sabe cuál de los dos es el maestro. "El pintao" dice que algún día Franco  morirá y España resucitará de su castigo. "Algún día, querido Manolo, seremos la Hispania que soñaron Costa, Maeztu y Unamuno. Una España europeizada y democrática como en tiempos de república", sabias palabras. El primo de "el pintao" emigró a París hace cuatro años. De vez en cuando le llama por teléfono para contarle cómo le va  por las tierras vecinas. Allí trabaja de operario en la Citroën y su señora de empleada en la casa de Dómine, un alto cargo militar del ejército francés. Ayer "el pintao" recibió una carta de su primo, "¡su primo de París!";  se le llena la boca cuando habla de él. El sobre llegó abierto, algo muy normal en la España de hoy. La carta contenía una fotografía de su primo y su mujer. Su primo lleva puesto un jersey rojo y, su señora – Maribel – un chaquetón con  rayas negras y blancas. "¡Vaya, Manolo tiene razón! Mientras en París visten con colores llamativos, aquí lo hacemos de gris". Es hora de dormir.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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