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Togas manchadas

La política – decía el viejo magistrado – ha deshilado los pespuntes de la toga. La intromisión ideológica en los círculos de la interpretación ha roto la armonía de las balanzas.  El contrato de Montesquieu – exclamaba su señoría -, es papel mojado en los tiempos del buscón. La España de Neruda ha resucitado en los siglos de Gallardón. Una vez más, los tentáculos de las sotanas escribirán, con las plumas del ayer, los interlineados del aborto.

La justicia subjetiva – en palabras de Larra – es la artrosis que sufre la democracia cuando los poderes estrechan las orillas que los separan. El juez  – en palabras del "príncipe de los ingenios" – debe estar limpio de prejuicios para no apagar con la niebla de sus pensamientos el sino de los hechos.  La mancha de las togas – orquestada por el ácido de las ideas- ha sido el testimonio vivo de las  atrocidades cometidas en el siglo que nos precede. Gracias a la prostitución de los jueces. Los totalitarismos del ayer consiguieron materializar el germen de sus creencias.

En días como hoy – como diría Juan Ramón en su ex programa de las mañanas-,  las agujas de la política siguen tejiendo los atuendos de la justicia. El magistrado Andrés Ollero. El mismo señor del Opus Dei que se quitó la toga para ocupar un escaño azul en los tiempos aznarianos. Será uno de los ponentes que dilucidará sobre la constitucionalidad del Aborto, ideado por los mimbres de Zapatero. "Si hay un ser humano – escribió Don Ollero allá por el 85 – dejar a su madre en paz supone autorizar un acto de guerra contra su hijo permitiéndole que se desembarace de él". Estas afirmaciones, vertidas por las voces superiores de la justicia, son las que invitan al civil a sentir vergüenza ajena por la subjetividad manifiesta en las balanzas de su pueblo.

Desde la Crítica intelectual debemos reflexionar sobre la responsabilidad de Gallardón en las cocinas de este chiringuito. Mientras Bermejo dimitió de su cargo por compartir un día de cacería con las togas de  Garzón. El ministro de Rajoy, permite que Andrés – ex diputado del mismo partido que interpuso el recurso contra la ley de Zapatero – ostente el poder para decidir el destino de una ley, opuesta al proselitismo antiabortista del Opus – Dei. El CIS tenía razón. Las instituciones de este país solo sirven para sembrar la vergüenza en el altavoz internacional. Una vez más, el suspenso demoscópico no se hará de rogar en las próximas radiografías del enfermo civil.

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2 COMENTARIOS

  1. El epílogo lo dice claramente…

    Mark de Zabaleta

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  2. uno de casa

     /  25 agosto, 2012

    hijo…creo que aparte de saber escribir, que, si me lo permites, tu estilo es un pelín rebuscado y a veces se parece a una simple retaila de citas; pues eso, que aparte de saber escribir hay que «saber» antes. No confundas, espero que ingenuamente, de lo contrario estarías pecando de lo que condenas; no confundas, digo, ideología con verdad. Y no me vengas con el discurso de «el que pretende poseer la verdad…», no, eres un tío inteligente, sabes a lo que me refiero. El aborto no es cuestión de ideologías…en ese caso, tam ideología sería la de Andrés Ollero como la tuya… ¿Lo has pensado? Tampoco es cuestión de religiones. El aborto es una cuestión de realidad, de lo que sucede al abortar y de lo que sucede después del aborto. Supongo que como buen periodista te habrás preocupado por saber qué siente una mujer después del aborto. Sobre un papel suena muy bonito, pero hijo, la realidad se impone. Por eso decía que hay que «saber» antes que nada, saber que es sabiduría de esta vida. El aborto en la vida real, no el el borrador de una ley, se impone con rotunda evidencia como un acto propio de animales. En fin, que espero que mejores el estilo chaval.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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