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Mendigos de Gallardón

La propuesta planteada esta semana por el señor Ruiz Gallardón sobre "sacar a los mendigos de las calles de Madrid", o dicho de un modo más crítico, hacer invisibles y esconder del paisaje urbano aquellos elementos humanos que incomodan la mirada atónita del andante; nos invita a reflexionar sobre la  paradoja entre la libertad negativa, tan defendida por la ideología neoliberal, y la  limitación del espacio público a aquellos seres,  que por su atuendo y aspecto desaprobado por la estética social, manchan  la estampa idílica del paisaje.
La filosofía del "tanto tienes tanto vales", paradigma de la gloabalizacióon consumista del momento y un valor exacerbado de la preocupación por la  imagen,  hacen inteligible la llamada "política de beneficiencia" planteada por el líder madrileño.

Las  calles del Madrid del Siglo XIX, en palabras de Galdós,  estaban dibujadas de  "personas tapadas con mantas a cuadros, pelos largos y dientes amarillos… tendidas y temblorosas en medio de adoquines al acecho de miradas altivas de clases medias acomodadadas". La figura "visible" del mendigo, como símbolo de "pobreza sin maquillaje", formaba parte  de la idiosincrasia de las  ciudades.  El realismo marcó  e hizo visible las miserias humanas ante la mirada incrédula de los poderes dogmáticos de la época. Eliminar del cuadro social aquellas figuras que desentonan con el mensaje utópico de la estética urbana ponen en evidencia la "cultura de fachada" planteada desde las filas populares. Tener la fachada de las casa  impecable en contraste con un interior lleno de rincones y recovecos sucios y polvorientos;   nos hace reflexionar sobre el "síndrome de diógenes politico" de acumular la "basura", o mejor dicho, las miserias de la población en instituciones marginadas y ocultas lejos de la mirada dañina de la verdad colectiva.

La crisis del Estado de Bienestar  auspiciada por la batalla ganada de los mercados sobre los Estados, ha aumentado los niveles de pobreza de una sociedad indignada por la "falsa riqueza". El aumento de mendigos, figuras discordantes con el paisaje, ponen ante nuestros ojos la cruda realidad de las consecuencias nefastas que la crisis económica ha suscitado a aquellos que, agotadas las ayudas paternalistas del Estado,  y acabadas las "plumas del colchón familiar", se ven como "objetos incómodos del asfalto",  indignos de ocupar un espacio vital en las calles de su ciudad.

La política social basada en "quitar de en medio" a aquellos que por sus "circunstancias vitales" se encuentran sin techo que los proteja,  pone en evidencia  la crisis de valores y burla de los derechos fundamentales tan propagados por la Carta Magna. La no intromisión física y psíquica, el derecho a una vivienda digna, el derecho al pleno empleo, la inviolabilidad del domicilio (la calle en el supuesto de los mendigos)…  hacen visible la incompetencia de muchos poderes públicos que ante el aumento visible de la pobreza, proponen como solución social la ocultación de la verdad a sus clientes electorales. La política planteada  recuerda a esos perros solitarios y deambulantes por callejones oscuros, que trasladados a las perreras municipales,  dejan de ser "visibles a los otros", pero continúan hacinados, pulgosos y malolientes con la etiqueta social de "perro abandonado".

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2 COMENTARIOS

  1. Francisco

     /  17 abril, 2011

    Gracias Abel por tus post. Este me lo llevo a la pagina de facebook con tu permiso.

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  2. Ver mendigos por las calles resta votos, en pasar elecciones seguro que vuelven. ¿Porqué no se preocupa de ellos el resto del año? ¿O es que sólo molestan cada cuatro años?

    Saludos.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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