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Adiós Papa, adiós

Desde el dolor, el hombre toma conciencia de su sentido y cuestiona los abismos de su fe. La enfermedad es la palanca que abre la grieta entre la religión y la razón. El creyente enfermo sufre el azote de Dios y siente por primera vez desde la frustración de su camilla, el vacío existencial de su razón. El destino en manos de Dios le ha permitido vivir sujeto a los hilos de la religión pero, sin embargo, solamente la ciencia puede explicar la lógica de su afección.
En esos momentos de tanto dolor, es cuando los representantes del "supuesto Dios",  deben esforzarse por elaborar un mensaje de tranquilidad basado en la esperanza y la credibilidad. En los golpes de la vida, es cuando el creyente se plantea una "libertad sin Dios".

La premisa religiosa, o dicho de otro modo, los cimientos que sustentan la razón de ser de la institución eclesiástica,  se basan en la idea metafísica de Dios. Desde la improbada "existencia de Dios",  el peregrino baila, canta y aplaude un discurso sujetado por un mensaje huérfano de base empírica. La fe ha dirigido la existencia de mil millones de creyentes en el mundo. Fieles de una fe determinada por la moral artificial del hombre y justificada por el argumento de autoridad. La ciencia, tan criticada por la escolástica, ha servido para salir de la cárcel espiritual de la creencia. El hombre sepultado en la dogmática divina,  durante siglos,  ha conseguido la libertad, liberándose de los mandatos divinos. Gracias a esa "libertad sin Dios", el científico ha conseguido construir la verdad y descubrir las leyes de la naturaleza. Leyes secuestradas por Dioses antropomorfos cuya misión ha sido,  asignar fatalidad, casualidad, culpabilidad e impedimentos a “la libertad de verdad”.

El existencialista vive sin Dios. Él es el verdadero dueño de su yo. No existe el destino ni el más allá. La vida tiene un punto y un final. Vivir es una oportunidad para crecer y desarrollarse como humanos al margen de "premisas surrealistas" y creyendo en la construcción de su proyecto vital. El ateo vive cada momento desde la responsabilidad. La vida es el producto de nuestras decisiones; y solamente, nosotros somos los dioses de nuestro personaje. La enfermedad es llevada desde la razón sin la frustración del abandono de la mano divina. El hombre sin Dios vive incrustado en la incomodidad y siente su figura como la existencia de "tiempo y espacio" en un mismo envoltorio. El destino es la construcción de su presente.

La JMJ ha servido para que la iglesia haga una puesta en escena de su poder, sí aquel que se sustenta en el "argumento de autoridad" y la hipótesis indemostrable de la "existencia de Dios".
El negocio de la fe ha insuflado aire fresco a las arcas de Madrid. Mientras miles de monjas bailaban y hacían la ola a Su Santidad;  miles de niños lloraban y lloran lágrimas de hambre en el paisaje desolador de Somalia. ¿Dónde estará Dios? se preguntarán tales niños;  desnudos y desnutridos "tirados en el suelo" e inmovilizados de manos y pies por las consecuencias de su hambruna. En estos  momentos de enfermedad, es cuando el Papa y su séquito, debería bajar del escenario de “cuatro vientos” y comportarse como su tan aludido, Jesús.

Gracias Papa por venir. Has conseguido que miles de laicos corroboremos la ineficacia constitucional del Estado Aconfesional. Su llegada ha servido para que  el derecho a la información haya sido monopolizado por su protagonismo. La televisión pública, en sus tres canales retransmitió simultáneamente sus discursos, si tener el ciudadano laico libertad de elección y su derecho a  la diversidad de información. 

Enseñen estas imágenes de  color y diversión, a aquellos miles de moribundos del Cuerno de África, y por favor, no se les olvide decirles que esta fiesta de la fe ha sido sufragada por las arcas públicas españolas, donativos de jóvenes y empresas de renombre. Sí señor,  50 millones de euros. 50 millones que hubieran bastado para erradicar de un plumazo, o mejor dicho, en cuatro días de jornadas;  el hambre de estos creyentes “sin libertad con su salvador”.

Adiós Papa, adiós. Vaya usted con Dios.

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5 COMENTARIOS

  1. Maria Cuesta Pedraz

     /  21 agosto, 2011

    Vayase, con quien sea, pero vayase y no vuelva, "SU MALIGNIDAD".

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  2. Yo, que soy cristiano y de izquierdas, me siento avergonzado por esta Iglesia. Homofobia, racismo, machismo y clasismo, todo ello al servicio del tergiversado nombre de Dios y Cristo. Sin comprender que, precisamente, el mensaje cristiano es tan básico como seguir dos premisas: "ama a todos como yo te amo a ti" y "comparte todo aquello que tengas por poco que sea".

    Benedicto XVI, yo no te espero.

    Compañero, te animo a visitar mi blog, escribo sobre temas similares (hay un post del Jo no t'espero, que en Catalunya tuvo voz en noviembre de 2010).

    Un abrazo.

    Responder
  3. Jose Luis

     /  22 agosto, 2011

    Benedicto vallase a un comprador de oro de vendale sus sotanas y sus gorros de oro y con el dinero que saque,mandelo al cuerno de africa,vera como dios se lo agradece y lo bien que descansara por haber quitado la sed a los abandonados de dios

    Responder
  4. Gran artículo, que pone de manifiesto la doble vara de medir que tiene nuestro Estado…

    Saludos

    Mark de Zabaleta

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  5. Alejandro Jarr&iacut

     /  30 septiembre, 2011

    Muy interesante el artículo. Yo soy agnóstico. En mi opinión el hecho de que pueda existir un Dios no significa que tenga que estar resolviendo los problemas de la humanidad mas aún si la mayoría son ocasionados por los mismos humanos.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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