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De apagones y sistemas

Tras el apagón del otro día, me vino a la mente La teoría general de los sistemas, un libro de Ludwig Von Bertalanffy escrito en 1968. Este biólogo y filósofo, de origen austriaco, extrapoló las características de la teoría organicista a cualquier realidad física o social. Con estos mimbres, podemos hablar de sistemas humanos, mecánicos e informáticos, entre otros. Según Ludwig, los sistemas comparten tres premisas fundamentales: existen dentro de sistemas, son abiertos y sus funciones dependen de su estructura. Aparte de tales principios, los sistemas son homeostáticos y tienden a la entropía, el desgaste que supone su uso a lo largo del tiempo. Así las cosas, el cuerpo humano – por ejemplo -, como sistema biológico, mantiene su equilibrio estático a través de sus constantes vitales. Y, al mismo tiempo, tiende hacia el envejecimiento. Cualquier sistema se explica por la complejidad de la interconexión entre sus partes. Dicho de otro modo, el cuerpo humano no se entiende por sus partes separadas sino por la sinergia. Una sinergia donde "el todo es superior a la suma de sus partes".

Decía Aristóteles que el alma sería algo así como la lógica de los cuerpos. El alma humana explicaría el funcionamiento de nuestro cuerpo. El médico, por ejemplo, debe estudiar – a fondo – la lógica del cuerpo humano. Debe tener una visión panorámica del mismo. Existe, por tanto, una conexión entre subsistemas fisiológicos, que explican la totalidad de la máquina. De tal modo que cualquier enfermedad tiene su causa. Nadie muere sin causa. Y por tanto, el investigador – en este caso el médico – debe conocer la "nube de causas" que explica la pérdida de salud. El sistema eléctrico responde a la lógica de Bertalanffy. Está formado por un conjunto de elementos interconectados entre sí. Existe un equilibrio  – una homeostasis – que permite la supervivencia del mismo. Y existe, como decíamos atrás, una entropía o tendencia al desgaste. Lo que ocurrió el otro día fue un "fallo sistémico", intencionado o no, que terminó por apagar el sistema. Un sistema – conjunto de partes interdependientes y con un objetivo común – que perdió su salud durante diez horas. Hoy, con el sistema reconectado, se deben esclarecer las causas acerca de lo sucedido.

Existe, sí o sí, una causa explicativa. Si no se encuentra será por la impericia de los investigadores para descubrir la avería. Y para ello, deberían aplicar el método hipotético deductivo. Un método que consiste en un diagnóstico del hecho a investigar – el colapso del sistema eléctrico -, una observación minuciosa de lo acontecido, un establecimiento de hipótesis y, finalmente, un constaste de las mismas. Si los experimentos no corroboran la conjetura y, por tanto, resulta fallida. Tras la refutación de la hipótesis, vuelta al kilómetro cero. Planteamiento de una nueva y así hasta su corroboración empírica. Una corroboración que servirá para elaborar la ley oportuna y su inserción en la teoría de sistemas eléctricos, y sus posibles fallos. Esta investigación lleva su tiempo. De ahí que, por mucho que se politice el asunto, a día de hoy no se sabe lo ocurrido. Y no se sabe porque no existe ninguna hipótesis, del todo fiable, que explique con rigor "la usencia de luz artificial". De ahí que, lejos de exigir responsabilidades políticas, se debe llegar a la evidencia. Una evidencia, que como decía Descartes, explique – de forma clara (no oscura) y distinta (sin confusión) lo que sucedió la tarde del veintiocho. Mientras tanto, seguiremos sin luz en los recovecos de la caverna.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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