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Sobre ética y literatura

Dice Luisgé Martín, autor de El odio, que "Bretón – acusado de matar a sus hijos – es una persona muy corriente". Estas declaraciones, realizadas en una entrevista para El País, surgen con ocasión de la inminente publicación de un libro cargado de polémica. El odio, editado por Anagrama, abre el debate sobre ética y literatura. La libertad de expresión y creación literaria, ¿debe sobrepasar las líneas del sufrimiento ajeno? El daño, ¿también forma parte del arte? O dicho de otro modo, ¿el arte solo debe ser placentero? Si miramos a través de los retrovisores literarios, observamos obras que – siendo dañinas – han vendido ejemplares en la industria de la cultura. Existe, por tanto, una demanda ante tales publicaciones, que se traduce en beneficios económicos para la iniciativa privada. Esa razón instrumental, y basada en el mercado, suscita efectos colaterales.

Existe una colisión de derechos. Por un lado, asistimos al derecho a una información de relevancia social. Y por otro, el derecho a la intimidad, el honor y la imagen. Así las cosas, El odio muestra visibilidad a la criminalidad. La criminalidad, en el sentido amplio del término, está presente en la sociedad. Es una cuestión que preocupa a los ciudadanos. Sin embargo, este derecho fricciona con el respeto a las víctimas. Respeto a Ruth Ortiz – madre de los niños asesinados – a vivir el duelo en privado. Respeto a que semejante tragedia no sirva de reclamo literario. El dolor, de esa madre, debe ser tan intenso que cualquier consuelo es poco ante lo sucedido. Así las cosas, estamos ante un tema difícil de abordar. Difícil porque la razón – el argumento literario y legal – ha olvidado al emocional. Ha olvidado el dolor que causa la publicación. Diría Kant, en su imperativo categórico, no hagas aquello que no te gustara que te hicieran. Luego a nadie, y disculpen por la universalidad, le agradaría que hurgaran en sus heridas.

Llegados a este punto, ¿se debe o no publicar el libro de Bretón? Con los mimbres legales sobre la mesa – según un juez de Barcelona – el libro debe ser publicado. Parece que prevalece la libertad literaria sobre el dolor de las víctimas. Aún así, la Fiscalía de Menores pide a la Audiencia de Barcelona que paralice inmediatamente la publicación de la obra. Con los mimbres éticos, el libro – y es la opinión de este humilde bloguero – no debería salir a la luz. Decía Sócrates "que nadie hace el mal a sabiendas". En este caso, y perdonen mi atrevimiento a contradecir al maestro – existe un daño manifiesto en las víctimas. Existe, al mismo tiempo, una "banalidad del mal", en palabras de Hannah Arendt. Una banalidad porque, en caso de que se publicara, Luisgé Martín lo haría porque el sistema se lo permite. Aún así, ¿se puede hacer el bien a costa del mal ajeno? Existe algún residuo de bien en divulgar el mal. Y cuando hablo del mal, me refiero a la narración de la atrocidad. No, no creo en un arte de lo inapropiado. No, la experiencia lectora no se debe sustentar con los efectos colaterales del dolor ajeno.

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1 COMENTARIO

  1. Ramon Colom Esmatges

     /  26 marzo, 2025

    Es el análisis más ponderado sobre la publicación del libro que he leído. No era fácil

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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