El mercado laboral – en palabras de Agustín – es como un gran iceberg, por debajo del cual, se esconden las estructuras informales que mueven los hilos de la contratación. En este país – decía su doctorando – es muy difícil romper los barrotes de las celdas circunstanciales. El derrumbe de los estamentos pasados no ha servido para destruir los mecanismos de los cierres sociales. En días como hoy, el desmantelamiento del Estado del Bienestar, por parte de los tóxicos neoliberales, dificulta al hijo del mileurista el camino por las sendas de sus deseos. Es precisamente, la teoría de los "umbrales de confianza", la que invita al crítico del presente a exigir las formalidades necesarias para que el "sueño americano", o dicho de otro modo, “el llegar a ser”, se haga realidad. Se haga realidad – verdad de las grandes – y el hijo del analfabeto consiga – por el mérito de su talento – conseguir codearse con los jeques del banquete.
Atendiendo a la evidencia empírica, el ochenta por ciento de las ofertas de trabajo se conceden a gente conocida. El empresario – aunque suponga incomodidad reconocerlo – contrata antes al recomendado – enchufado, como dicen en la calle – que al desconocido. Lo contrata, decía, por mucho máster que éste – el forastero – ostente entre sus brazos. Solo cuando el "umbral de confianza" – que decíamos atrás – está agotado, es cuando la información – la oferta de empleo – fluye a la superficie y es contemplada por millones de náufragos desiertos de padrino. Así las cosas, los nudos entre: conocidos y familiares, tejen las telas de las plantillas en la mayoría de las cocinas productivas. Es precisamente esta “cultura del enchufismo” y no otra, la que debemos atender para comprender el reducto presente de los estamentos medievales.
La eficacia del ascensor social, o dicho de otro modo, las garantías necesarias para que la movilización social sea una realidad pasa – necesariamente – por la implicación de los estados. Es el Estado – o mejor dicho – los políticos, libremente elegidos, quienes deben construir los puentes para que se crucen: los sueños de los mendigos con las realidades de los ricos. Sin tales puentes – “facilidades” – el hijo del mileurista no podrá o, al menos, le costará el doble de pedaleo, salir de los barrotes de su cuna. Es, el sistema educativo – he dicho bien – el mecanismo imprescindible para que las sociedades clasistas garanticen la igualdad entre: "los de arriba" y "los de abajo". Igualdad entendida como "facilidades al ciudadano" para acceder desde posiciones distintas a peldaños similares.
La mayor diferencia – y esto viene de antaño -entre la Izquierda y la Derecha es, precisamente, todo lo relativo al concepto de "facilidad". Mientras los gobiernos progresistas – socialdemócratas – velan más por mantener abiertos los cauces del aperturismo social, los cetros neoliberales – por su parte -, barren para los suyos con tal de impedir que los otros – nosotros – consigamos entrar en sus círculos mundanos. Barren para los suyos – o mejor dicho – dificultan el camino a aquellos que necesitan el empujón del Estado para subir de peldaño y ser liberados de su determinismo social. "Los impedimentos al movimiento" – como diría Hobbes – secuestran a la izquierda de Rajoy en los estamentos del ayer. La subidas de las tasas universitarias, el endurecimiento de las becas, las reválidas en la LOMCE… son, entre muchas, las zancadillas que la derecha pone, un día sí y otro también, a la clase media de este país para evitar que ésta despierte de su pesadilla. Mientras tanto, las élites cabalgan a sus anchas por los prados de la ventaja.