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Réquiem por Venezuela

Ayer, tras ver la entrevista que Évole realizó a Maduro, bajé al Capri. Necesitaba, la verdad dicha, emborracharme con el olor a café y las noticias del vertedero. Mientras estaba en el taburete, llegó Jacinto, un octogenario de las tripas de mi pueblo. Jacinto vivió en Caracas durante más de veinte años. Me comentaba que el problema no es Nicolás, ni muchísimo menos. El problema, queridísimo Abel, es el crudo. El maldito petróleo es el que pone los dientes largos a los yanquis del imperialismo. Si no fuera por el caldo, Venezuela sería un cero a la izquierda para los intereses de Trump. Desde la guerra de Irak, Estados Unidos ha dejado de ser el ombligo del mundo. Ya no son los yanquis quienes parten el bacalao en el globo. La crisis de Venezuela les viene como anillo al dedo para recuperar el cetro internacional.

Aunque parezca mentira, el lenguaje de las bombas, de la intervención armada, y del "no a la guerra" suena, otra vez, en la Hispania del ahora. La decisión de Sánchez ha sido, sin duda alguna, una torpeza en toda regla para nuestra convivencia democrática. Y lo ha sido, queridísimos camaradas, porque su posicionamiento junto a Trump nos recuerda a Aznar y la foto de las Azores. El encargo de Pedro a Guaidó, la convocatoria de elecciones, resulta ingenuo y surrealista. Ingenuo porque antes de convocar las elecciones, el nuevo legítimo tendrá que pasar por encima del "cadáver" de Maduro. Y surrealista porque el Derecho Internacional ha quedado a la altura del betún. A estas torpezas hay que sumar el efecto colateral que traerá la legitimación de Guaidó en las tierras catalanas. No olvidemos que lo que ha hecho el venezolano es similar a lo que en su día hizo el catalán. Con la única diferencia que el primero ha sido reconocido como legítimo y el segundo, junto a su séquito, sancionados y entre rejas.

La legitimidad de un gobernante debe ser unánime por todos los países del mundo. Y para ello, las reglas del juego no deberían cambiarse de la noche a la mañana. Si las reglas son la democracia. Si las últimas elecciones en Venezuela fueron acatadas por la Comunidad Internacional, lo más ético sería que Maduro convocase elecciones conforme al ordenamiento jurídico. Unas elecciones, eso sí vigiladas y controladas, para que se decida quién merece el cetro de Venezuela. Si Maduro no cayera de la burra, si llegado el final de su mandato no llamara a las urnas, sería entonces cuando podríamos hablar de intervención internacional. Nicolás, y no le falta razón, se considera el legítimo de su "pseudemocracia", y por ello se atrinchera entre pistolas. Hoy, más que nunca, hacen falta mediadores internacionales. Gente que sea capaz de convencer a este señor para que convoque elecciones. Unas eleccciones para que los venezolanos decidan el sino de su patria. Una patria empobrecida a pesar de su riqueza.

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2 COMENTARIOS

  1. Luis Lopez

     /  5 febrero, 2019

    y cual es tu posición respecto a este peligroso conflicto? apoyar la barbaridad de una posible agresion militar imperialista, o esperar que sea el pueblo venezolano quien ponga fin a este penoso conflicto, como debe ser……

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  2. Nesi Inés

     /  5 febrero, 2019

    Sería tan descabellado pedir a EEUU que deje de ser el matón del patio? No se porqué se le exige tanto a Maduro y nadie pide responsabilidades al otro lado del conflicto…..

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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