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De Casados y cazados

Decía don Felipe, un viejo conocido de las tripas de El Capri, que escribir es como montar en bicicleta, una habilidad que nunca se olvida. Tras un mes apartado de la pelea, hoy he vuelto a deambular por las calles del vertedero. Desde lo alto de la colina huelo las miserias que se cuecen en los fogones de la política. Miserias, en forma de plagios y mentiras, que tiran por la borda la confianza depositada en los ideales, los elegidos. Hoy, queridísimos lectores, siento la vergüenza que sufren los honestos por los garbanzos negros en sus familias. Estamos, como diría el tío Andrés si viviera, ante una España decadente y corrupta. Una Hispania que se descose por las costuras del prestigio y del honor. Ante este panorama, de desengaño y desafección ciudadana, no nos queda otra que clamar al unísono desde las sombras de Hessel. La dimisión de Cifuentes y Montón; la oscuridad del caso Casado y la tesis de Pedro ponen en jaque la independencia del poder educativo. Una independencia necesaria para no tropezar con el clientelismo de las pseudodemocracias.

Ante este panorama, de irregularidades en la élite educativa, debemos ir más allá del mero análisis de los hechos. Debemos, como diría Carlos Marx, transformar la sociedad desde los mimbres de la filosofía. Para ello, para frenar la hemorragia, se deben corregir algunos desperfectos que hay en las turbinas de los paraninfos. Sin ir más lejos, las universidades deberían vehicular mecanismos para salvaguardar, de alguna manera, los efectos malévolos del tráfico de influencias. Para ello, para que todos – tanto el hijo del barrendero, como la hija del banquero – tengan las mismas garantías ante el sistema de calificaciones, sería de recibo que se repensaran los instrumentos de transparencia. Hace falta, como les digo, más mecanismos para detectar el plagio y detectar el amiguismo. Haría falta, tal y como se están desencadenando los hechos, que todos los trabajos académicos pasaran por los detectores del plagio; más allá de la mera declaración jurada acostumbrada. También sería conveniente que se desdoblase, de una vez por todas, la figura del tutor y el examinador.

Aparte de tales mecanismos, necesarios para la higiene educativa, es urgente que se construya una prensa ética. No podemos, en pleno siglo XXI, permitir que la postverdad se convierta en una fuente de riqueza. No es bueno para la democracia que el tráfico informativo derive en un corral de dimes y diretes, de afirmaciones y desmentidos. Hace falta más rigor periodístico. Un rigor alejado del servilismo a los partidos. Un rigor que muestre todas las aristas del hecho informativo y sea leal con la verdad, una verdad construida por la suma de perspectivas. Es necesaria una prensa estricta, que controle a los políticos, sin caer en la tentación de la crítica destructiva. Para ello, para que el lector de periódicos reivindique la verdad; es urgente que el Gobierno apueste por la filosofía. Sin filosofía, sin un espíritu crítico que sepa separar la paja del trigo, seguiremos alienados ante el espectáculo de la cultura. Así las cosas, en ocasiones es bueno parar el reloj de la pelea. Es bueno, como les digo, apearse del camino para mirar atrás y tomar conciencia del recorrido. Si no lo hacemos, si caminamos sin el retrovisor del pasado, nos convertiremos en seres sin sentido.

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4 COMENTARIOS

  1. Yolanda Arencibia

     /  14 septiembre, 2018

    De acuerdo, totalmente.

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  2. Ciertamente bien expuesto …

    Saludos
    Mark de zabaleta

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  3. El Decano

     /  15 septiembre, 2018

    Estupendas y acertadas reflexiones. Al respecto, resulta también bastante ilustrativo el artículo de Ana Camarero que se puede leer en esta dirección: https://elpais.com/elpais/2017/11/16/mamas_papas/1510821469_999111.html

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  4. Intento aprender, no es posible que lo que hice en mi vida, sea bueno y lo que no, sea imperfección de otro, que tenia que hacer.
    Creo que en este mundo estamos para ser, y a eso llegamos aprendiendo, la crítica es mi guía en la VIDA, que me permitió ver, no para que el otro cambie, mis ojos son los que ven, ante la verdad que a mi se desnuda, se presenta , para que yo pueda ver, por que?

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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