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De política y Miguel Hernández

El otro día, recibí un correo de Étienne, un periodista francés que sigue el Rincón desde los años de Zapatero. De vez en cuando, intercambiamos opiniones sobre temas internacionales. Aparte de nuestra inquietud por la política, lo que verdaderamente nos une es la pasión por la poesía. Antes, los poetas eran gente respetada por sus pueblos. No existían los programas de cotilleo, ni el periodismo amarillo que "envenena" nuestras vidas. La cultura, como bien dice su término, era cosa de cultos; de gente preocupada por las humanidades. La persona que despertó mi curiosidad por el género fue don Antonio, alias "El Divino". Tanto, que hace años le dediqué "Aulas Divinas", un post que recreaba mis años de instituto. Étienne, me escribió con motivo del aniversario de la muerte de Miguel Hernández, un poeta de mi tierra; que vivió a quince kilómetros de mi pueblo.

Mi abuelo y el abuelo de mi mujer, analfabetos de las letras y sabios de la vida, conocieron a "cara de patata". Y lo conocieron no por sus libros, sino por el sufrimiento que vivieron juntos entre los barrotes de la cárcel. Como saben, Miguel Hernández se crió entre cabras y limoneros en la huerta del Segura. Fue, como dirían las malas lenguas, un cateto de pueblo; de esos que llevan boina y tropiezan con las aceras cuando pisan la Gran Vía. Rojo hasta la médula, nunca fue bien considerado por Orihuela, su ciudad natal. No olvidemos que Orihuela es conocida como "Orihuelica del señor"; una ciudad conservadora, de curas y monaguillos. Fue precisamente, su condición política, la que hizo que este hombre no fuera profeta en su tierra. Me contaba mi abuelo, y valga recordarlo, que todos los días, a eso de las seis de la mañana, sonaban las sirenas en el patio de la cárcel. Desde los barrotes se veían las sombras de los presos elegidos para dar "el paseillo".

Hoy, después de 76 años de la muerte de Miguel, es necesario que la crítica destape lo que la verdad esconde detrás de sus poemas. Más allá de sus Aceituneros y de sus Nanas de la Cebolla, Hernández fue detenido en Huelva, por las fuerzas de Salazar, mientras intentaba cruzar la frontera de Portugal. Una aventura que le costó una sentencia de muerte; aunque más tarde fue conmutada por treinta años de cárcel. Afiliado al partido comunista y alistado en el 5º Regimiento, Miguel luchó por la República. En la cárcel, escribió, en hojas de papel higiénico, los relatos que dedicó a "Manolito", el hijo que casi no pudo. Ver. Murió supuestamente de "tuberculosis" a los treinta y un años. Hoy, Orihuela, Elche y Jaén sacan las uñas por su legado. En Orihuela, en la "calle de Arriba", todavía se encuentra la casa que le vio nacer. Una casa rústica, que permite al visitante conocer las raíces humildes del poeta. Un poeta que fue ninguneado por la Generación del 27 y acallado por el Régimen.

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4 COMENTARIOS

  1. Maravilloso post para un grande muchas gracias me he emocionado como alicantina que soy con tu permiso lo pongo en Facebook
    Un abrazo

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  2. Realmente un buen artículo …

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  3. Pilar Martinez

     /  29 marzo, 2019

    No se, pero siempre que leo su puesia me transmite mucho dolor y la tristeza de aquella generacion. Mis padres de Jaen lo supieron y lo vivieron en sus carnes.Cuanta pena!!

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  4. Carmen

     /  30 marzo, 2019

    Así es de triste y hipócrita la sociedad

    Responder

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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