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De noticias y mentiras

El otro día, leí en las páginas del vertedero que el Gobierno británico ha creado un organismo para combatir las noticias falsas. Tras su lectura, me vinieron a la mente las palabras de Susana, una mujer que frecuentaba El Capri los viernes de madrugada. Según aquella señora "la vida es una mentira". Una mentira – me decía – que termina con la muerte, la gran verdad de los humanos. Aunque no estoy de acuerdo con ella, lo cierto es que la mentira forma parte de nuestras vidas. Tanto es así, que todos – alguna vez – hemos mentido. Mienten los infieles cuando se acuestan con la otra, los adolescentes cuando llegan tarde a casa, los ricos cuando hablan de dinero y los niños cuando suspenden un examen. Mienten los asesinos, los delincuentes y los violadores. Mienten los padres a sus hijos, los hijos a sus padres, los trabajadores a sus jefes y las putas cuando dicen "te quiero".

Miente la gente, miente. Mienten los humanos cuando escriben su curriculum, cuando no te miran a los ojos y, cuando se tapan la boca como hacen los niños tras experimentar la mentira. Es tanta la mentira que nos envuelve, tanta la hipocresía que nos rodea que resulta complicado separar el grano de la paja. Hay gente que prefiere la mentira. La prefieren algunos enamorados cuando no son correspondidos, algunos enfermos cuando visitan al oncólogo, y algunos hombres buenos cuando hacen tonterías. Sin lenguaje no existiría la mentira. No existiría, como les digo, porque las palabras son las principales culpables que justifican la hipocresía. Sin palabras, la cara se desnuda a la vista de los otros. Sin palabras, el rostro es el lago que refleja nuestros verdaderos pensamientos. Sin palabras, y disculpen la redundancia, se distingue el verdadero llanto de las lágrimas fingidas. Sin mentiras, la sinceridad se convertiría en algo más hiriente que cien patadas en el culo.

La mentira es la regla, como dirían algunos. Mienten los políticos en las campañas electorales y, mienten los testigos en los juicios aunque juren decir "la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad". Es tanta la mentira, tanta la falsedad que envuelve nuestras vidas; que mentir se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Un pan envenenado que enferma de desconfianza a la mayoría de sus comensales. Un pan – la mentira – que se sirve en casi todas las panaderías del siglo XXI. Se sirve desde los partidos políticos, los periódicos, las instituciones y organismos internacionales. Un pan que algunos llaman postverdad y que se ha extendido por las redes sociales, como lo hizo la peste durante los siglos XIV y XVIII. ¿Cómo podemos distinguir la verdad de la mentira?, se preguntarán algunos. Hace falta guardianes de la mentira, organismos como el que ha creado el Reino Unido para que fabrique desmentidos. Organismos que obliguen a los políticos, periodistas y demás oficios que juegan con la mentira a tratar los hechos como cosas. Hechos desprovistos – en la mayoría de lo posible – de los valores, tal y como defendieron los positivistas del Círculo de Viena.

Decía Susana – y cuánta razón tenía – que para mentir hay que tener memoria. Memoria para que el interlocutor no descubra la contradicción en diálogos posteriores. Y memoria para que el oyente no descubra que cuando sus elegidos dijeron digo, ahora dicen Diego. Para que la verdad sea la regla es necesario que los medios muestren sus hemerotecas, que rebobinen los discursos y descubran la mentira. Esta tarea sería posible si el modelo mediático fuera imparcial e independiente; si las redes sociales no existieran y, si la moral universal censurara la mentira. Tales soluciones rozan la utopía. La rozan, queridísimos lectores, porque la prensa que tenemos es fiel a sus partidos, las redes sociales están nutridas de millones de bocas difíciles de callar y, porque la cultura maquiavélica gobierna nuestras vidas. Aún así, es posible ganar la batalla a la mentira. Aunque la mentira tenga las patas muy cortas y su reproducción sea infinita; la verdad es lenta y duradera como una tortuga. La tortuga puede vivir largas temporadas debajo de la arena. Ahora bien, cuando todos creen que esta muerta – cuando nadie da nada por ella – entonces, y solo entonces, saca la cabeza y vence a la mentira.

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3 COMENTARIOS

  1. Hola Abel y al tod@s , se me ocurre hacer un comentario aunque pueda parecer abstracto todo aquello que no lleva ya siglos, sin enseñarse en las escuelas.

    Ese señor que está en la mesa del Banco y te está escuchando mientras hablas, puede parecer que es respetuoso, nos deja hablar y que se mantiene desde un silencio atento, pero en la mayoría de los casos, ese silencio lo que encubrirá es un mayor espacio desde donde se capta cómo te la puedo meter doblada, después de todas las pistas que me darás y te estoy sacando mientras hablas y me contestas a mis preguntas “cándidamente” interesadas.

    Cuando la vida, a todos y como capacidad inherente, nos da una conciencia global, esa conciencia, aparentemente solo mirona, y desde una mayor globalidad, no se debería quedar en su pico y garras para ver tras oírte como te atrapo, domino, venzo, uso y tiro etc.

    Y realmente, mientras o hasta que no se conecta la cabeza y el comienzo de la respiración, haciéndose conscientemente y se abre – con ese AIRE AHORA REDIMENSIONADO – el pecho, no será hasta cuando veamos un sentido a esa inicial conciencia global, mas fría que el congelador de casa y que sigue helada si yo – vivo respirando solo mínima y clavicularmente – para que el congelador no se me apague y no me la metan doblada o me queden sin trabajo de hoy a mañana. Dejando con ello sin esa conexión la cabeza y el pecho con la respiración para lo que estaría por llegar : dar sentido e iluminar, desde ese pecho, todo lo que aparecerá en el exterior.

    No me enrollo más, sino que me gustaría destacar que cuando 7000 millones de mirones, hasta nos entretenemos diariamente de mirar y mirar y mirar mentirás, es porque * o tenemos un canguelo tremendo a soltar la mente, ( haciendo de nuestra realidad «una realidad solo mental», ** o no nos da la real gana, desde esa globalidad respirando, aprender desde la infancia a madurar; haciendo, que esa conciencia + ese pecho, fueran la matriz, el pilar del sentimiento colectivo, de los valores colectivos, en la misma calle y los mismos para todos.

    Mientras yo no reconduzco mi visceralidad ( 1936 nuestra asignatura aun pendiente de reconducir ) , porque no solo doy valor a la verdad, sino tambien a reconocer y respetar la mentira, cuando ambas aparecen, mi entrepierna y lo que hay en medio, porque se quedarán atrapadas a ese nivel “ reaccionando”, ya no seremos capaces ni nos interesará, desde esa conciencia global, de ser

    *lo que iluminaba ( pues falta le hacía a la mentira ),

    ** y dar sentido a “todo” lo que aparece delante ( verdad+mentira = mundo real y completo, aun pendiente de integración y dinamización ). Aludo a lo dinamización, porque cuando 7000 millones de personas viéramos un sentido al por qué de estar en la calle juntos, pues unos ayudaremos a otros a potenciar verdades y a dinamizar mentiras, nos seguirá resultando algo abstracto lo de los valores colectivos. Y por ello, lo de vivir todos aun en paralelo respecto a lo de delante, el otro y de la verdadera vida, será el pan nuestro de cada día. La sociedad en su conjunto, de lo que es una realidad solo mental, las ideas y sin aterrizar, necesitaremos hacer una primera división ( PP/Psoe, Podemos/Ciudadanos/Pdcat, partido nacionalista vasco etc etc etc ), una segunda división, una tercera y pagar ingentes cantidades por Mourinhos dirigiendo parapentes mentales que no aterrizan porque para qué, si yo tengo ya permanentemente calentita la entrepierna por la patilla y sin costes de aterrizaje.

    La conciencia global nos da la capacidad de no ser el hombre ni la mujer, sino el Amor en ellos, lo que nos invita a seguir creciendo en capacidades más allá de los opuestos. Buen día y lamento la extensión.

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  2. cecilia

     /  25 octubre, 2019

    hay mentiras necesarias y beneficiosas.Otras son patologia o falta de escrupulos , quedarse sin un sentido que la verdad es andar a oscuras sin rumbo por la vida.
    Hay que defender la verdad , que suele ser lo que reververa ahi sin hacer ruido ni escandalo , ni pasarse de boca en boca.Lo que permanece y hace comprensible las cosas la verdad.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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