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Las muertas de Juárez

Aunque no sea partidario del comunismo, lo cierto y verdad es que en muchos aspectos coincido plenamente con Marx. Coincido con el autor de El Capital y del Manifiesto Comunista porque supo leer entre los interlineados del sistema de mercado. A pesar de que el Estado del Bienestar haya, de alguna manera, refutado las expectativas del marxismo; la desigualdad social abandera, por desgracia, las democracias occidentales. El neoliberalismo – o lo que es lo mismo, la derecha de toda la vida – apuesta por la libertad en detrimento de la igualdad. El énfasis en la cultura del mérito y el esfuerzo olvida a quienes, por la lotería de la vida, no son aptos para competir contra los bienaventurados. El marxismo como corriente filosófica está patente en casi todas las esferas de nuestra vida. Sigue vivo en la lógica del sistema educativo, en los fundamentos del sistema laboral, en el sanitario y en la desigualdad de género.

Mientras escribo este artículo, recibo un texto sobre Ciudad Juárez. Un texto escrito por Félix – seguidor del Rincón desde hace cinco años – que versa sobre feminismo, marxismo y su conexión con la violencia de género. Según leo, "las muertas de Juárez" oscilan entre las setecientas y ochocientas al año; una cifra alarmante en comparación con otros lugares del mundo, como por ejemplo España. Entre los factores explicativos del feminicidio mexicano se encuentran: la industria maquiladora, el machismo, el crimen organizado y el tráfico de drogas. La infraestructura urbana, calles sin red eléctrica y asfalto, pone en peligro la vida de las emigrantes durante su trayecto hacia las fábricas. Aparte de este riesgo diario, las mujeres se enfrentan al machismo; a un patriarcado de rasgos agudos, que mira con recelo la independencia femenina. Los carteles del narcotráfico y las pandillas, a lo largo y ancho de la frontera, visten de negro la estadística del feminicidio. Una estadística que pasa inmune ante la sensibilidad del Estado. Un Estado que, según escribe Félix, "no sabe, no contesta" ante el problema del feminicidio.

Tras leer el artículo de Félix, decidí apagar el ordenador, calzarme las zapatillas, y salir a correr por la circunvalación de mi pueblo. Necesitaba, la verdad sea dicha, una bocanada de aire fresco para desconectar de la negatividad mediática. Al regreso, supe sobre el descubrimiento del cadáver de Diana Quer, la joven asesinada presuntamente por el "chicle". Tras conocer la noticia, me vino a la mente las palabras de un tipo que conocí en El Capri. Decía aquel tipo, que en la vida "todos los cadáveres flotan". Se refería a que la verdad siempre gana batalla a la mentira; que no existe, ni existirá, el crimen perfecto porque el hombre es una máquina imperfecta. El fallecimiento de Diana – y vaya por delante mi pésame para toda la familia – guarda ciertos paralelismos con el que sufren cada día decenas de mujeres en Ciudad Juárez. Mujeres trabajadoras, que durante su recorrido hacia las maquiladoras – en la oscuridad de las calles – son perseguidas, secuestradas y asesinadas por pandillas y locos a deshoras. Luego, tales cadáveres son abandonados en escondites que los narcotraficantes usan para el trapicheo.

En el mundo no hay muerte sin causa sino la incapacidad del factor técnico o humano para evitarlas. Así las cosas, la violencia de género podría ser evitada aunque la tarea sea ardua y difícil. Es necesario, y no me cansaré de repetirlo, una educación para la supervivencia. El ser humano sobrevive a los peligros de la vida, en la mayoría de los casos, por cuestión de educación e inteligencia. Inteligencia entendida como la capacidad para resolver problemas, y educación como adiestramiento para la vida social. El Estado forma parte de la solución al problema. La violencia de género necesita un pacto de Estado. Un pacto diferente al que recientemente ha  aprobado el Ejecutivo. Un pacto que sea eficaz y disminuya, de una vez por todas, las estadísticas del terrorismo de género. Para ello se debería introducir en el sistema educativo una asignatura denominada algo así como "Educación para la Supervivencia". Una asignatura que sirviera para minimizar los riesgos que conlleva "ser mujer", en una sociedad de machistas, violadores y caraduras.

Sería necesario, para atajar el problema, que toda la comunidad educativa advirtiera a las adolescentes sobre los peligros de la noche, del alcohol y de las drogas. Sería necesario, como les digo, que desde muy pequeñas, los padres enseñaran a sus hijas los viejos trucos de la vida: a caminar por calles iluminadas, siempre acompañadas y desconfiar de las palabras de extraños y desconocidos. Sería necesario – y disculpen la por la redundancia – que en los colegios e institutos se enseñara defensa personal, pautas seguras para navegar por las redes sociales y, lo más importante de todo, coraje y dignidad para denunciar cualquier amago de violación. Sería necesario que los medios de comunicación se implicaran, todavía más, en la visibilidad del problema. Más implicación supondría más testimonios de las víctimas por violencia de género, más perfiles psicológicos de violadores y maltratadores, más imágenes de puntos negros, de calles oscuras y aglomeraciones. Si no hacemos nada, si no damos un paso más allá de las manifestaciones y pancartas acostumbradas, cada día nos acercaremos más a las "muertas de Juárez".

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1 COMENTARIO

  1. Bien visto …

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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