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Periodismo tóxico

Tras visionar el programa de Évole sobre las prácticas de Mercadona, me vino a la mente los casos de  Julian Assange y Edward Snowden. Las publicaciones de Assasnge sacaron a la luz, miles de verdades escondidas bajo las alfombras de las Relaciones Internacionales. Gracias a él, supimos que en los fogones de la Casa Blanca se cocían guisos distintos a los caldos acostumbrados. "Tapar la boca" a los atrevidos del sistema, se convirtió en una urgencia de Estado. A día de hoy, el creador de WikiLeaks se encuentra recluido en la embajada de Ecuador en Londres. Por su parte, Edward Snowden hizo visibles, a través de The Guardian y The Washington Post, información comprometida de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Tales casos abren el debate sobre dónde está la línea que separa las orillas del secreto, y dónde están los límites del derecho a la información.

El otro día, las sombras de Mercadona brillaron más que sus luces. La entrevista a dos "disidentes" del gigante valenciano puso de relieve que detrás del SPB (Siempre Precios Bajos), los contratos fijos y los "altos salarios", se esconden letras pequeñas. Letras diminutas, como les digo, que pasan invisibles ante la miopía colectiva. Gracias a sus testimonios, supimos que detrás del bajo absentismo laboral hay explicaciones que van más allá de la casualidad. Tras visionar el programa, me pregunté: ¿habría hecho Évole un Salvados sobre Mercadona si ésta fuera un accionista de La Sexta? o, mejor dicho "¿se hubiera hecho un Salvados a bocajarro sobre Sacyr, Repsol y Microsoft; empresas con intereses económicos en la cadena?, probablemente no. No se hubiera hecho, queridísimos lectores, porque no es inteligente "escupir en el plato que te da de comer". Si los medios fueran financiados por los lectores, si estuvieran alejados de las cadenas del poder económico, tendríamos más toxicidad mediática sobre las pantallas.

Tanto las empresas como los Estados guardan en sus cajones informaciones comprometidas. Si todo saliera a la luz, si todo fuera sabido a través de Évoles y Salvados, la vida en sociedad se convertiría en una jungla de odios y reproches. Vender el odio a través del espectáculo, convierte al periodismo en un arma maquiavélica. Un arma que atenta contra la confianza entre empresas y clientes; entre Estados y ciudadanos. La "justicia de plató" contamina a la opinión pública y determina, de alguna forma, las percepciones socioeconómicas de millones de españoles. El efecto Évole solo contribuye al reduccionismo. Un reduccionismo basado en generalizar excepciones y contaminar impresiones. Este periodismo de escaparate vacío se convierte en un tóxico para la tranquilidad colectiva.

Desde la crítica debemos reflexionar si nos interesa una prensa sin escrúpulos o, por el contrario, una prensa que respete la discreción de la justicia. Gracias a Salvados, es muy probable que, de ahora en adelante, surjan programas similares. Programas donde ex empleados pongan a parir a sus jefes, y donde el espectáculo del odio haga rico a más de uno. Un espectáculo que gusta a la gente por la satisfacción que supone la identificación con las desgracias del otro. Así las cosas, por una parte es bueno que las vergüenzas ajenas salgan a la luz . Por otra parte, no es inteligente que caigamos en el consumismo tóxico del periodismo amarillo. Un periodismo barato de efectos negativos y que, para más inri, gusta a la mayoría de la gente.

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2 COMENTARIOS

  1. Entonces, ¿qué hacemos?, ¿dónde esta el punto medio? Saludos

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  2. Jordi Cabezas Salmerón

     /  2 diciembre, 2016

    Comprendo tu posición pero en ocasiones no todos pueden acceder a la justicia (por miedo a represalias, etc.) y entiendo que la prensa puede ser el canal de denuncia/desenmascaramiento de mentiras/levantamiento «de liebre» para que, en su caso, actúe la justicia de oficio/quede informada la opinión pública. Con una prensa independiente todos pueden acceder y denunciar a cualquiera que lo merezca. Con una prensa vendida tenemos el problema. Lo tenemos en esa prensa. Y por supuesto las falsas denuncias tendrán su merecida respuesta judicial.,

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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