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Réquiem por Canal 9

El cierre de una televisión pública – en palabras de Menéndez, presentador de "las mañanas"-, nunca es una buena noticia para una democracia. No es una buena noticia – decía el relevo de Manolo HH – porque ello supone menos voz para el diálogo colectivo. Si analizamos con ojo crítico nuestro modelo de periodismo mediterráneo, nos daremos cuenta que no todos los cierres son una amenaza para la salud democrática. No lo son – les decía – porque existen medios que mezclan interpretación e información, con tal de "salvar el pellejo" a quienes les dan de comer. Son, precisamente, tales medios, parcializados y sesgados por los hilos de la burguesía, los que invitan al espectador a cambiar de canal como gesto de indignación ante la pantalla que les mira. Mientras existan subvenciones para el sostenimiento mediático – decía el viejo profesor – no conseguiremos nunca alcanzar el modelo de Democracia de Audiencia, reivindicado por la Crítica.

Desde que este Rincón abrió sus puertas al diálogo de los búhos, han sido varios los medios caídos ante los ojos de las hormigas. El exceso de información y la merma de ingresos, procedentes del ladrillo, han sido el "cáncer terminal", que, día tras día, ha silenciado a las voces de la izquierda, dentro de un oligopolio liderado por los gallos de la Caverna. Las lápidas de Diario Público;  CNN+  y el Ere de El País, ponen en evidencia la fragilidad de los chiringuitos mediáticos. La fragilidad – les decía- porque detrás de cada cierre hay miles de familias hacinadas a las puertas del SEPE. Así las cosas, no nos queda otra – en palabras del catedrático – que reinventar nuestro modelo para que el periodismo recupere, las esencias de Unamuno. Digo Unamuno, y digo bien, porque gracias a Miguel los lectores del ayer encontraron en la prensa de sus días, un buen motivo para leer. Fue, precisamente, Azorín quien cambió las tornas de San Manuel por el modelo que tenemos. Un modelo saturado de contenidos y austero en sus formas expresivas. ¿Dónde están aquellos escritores que hacían madrugar al más perezoso de los ruiseñores? Muertos, respondió la viuda.

Aunque no sea apropiado decirlo, por respeto a los cientos de trabajadores que emplean las televisiones autonómicas, siempre he sido muy crítico con las mismas. Siempre he sido crítico, y en más de una ocasión lo he dejado caer en mi página de facebook, porque a veces, no sé a ustedes, tengo la sensación de que son un lastre económico para la mayoría de las Administraciones. Llega un momento que entre tantos y tantos canales, el espectador siente el mismo bloqueo mental que sufren los hiperactivos. Es, precisamente, esa repetición de informaciones y programas similares, la que invita a la Crítica a repensar el modelo televisivo que necesitamos. No es inteligente – y en ello le doy la razón al tabernero – sostener con nuestros bolsillos a miles de: realizadores; maquilladoras; locutores; corresponsales y demás personal empleado, cuando existen otros sectores públicos, tales como: la sanidad y la educación, que sufren en silencio el filo de la tijera. Defiendo, faltaría más, la existencia de televisiones autonómicas, siempre y cuando estén garantizados, con un mínimo de calidad, otros servicios necesarios para la igualdad. 

En días como hoy, con la que está cayendo en los tejados mileuristas no es admisible, por higiene democrática, mantener a organismos públicos con beneficios negativos. No lo es – les decía – porque cuando los recursos son escasos, la función del "buen economista" es priorizar los mismos, atendiendo a las necesidades más básicas de la pirámide de Maslow. De qué nos sirve tener una amplia parrilla de canales, si en los hospitales y farmacias -los públicos, los de todos – faltan médicos y medicamentos para curar a los telespectadores. Visto así, desde esta perspectiva, las televisiones regionales y las demás duplicidades autonómicas no garantizan la eficiencia de las balanzas. Así las cosas, desde la crítica debemos repensar otros modelos alternativos para racionalizar los recursos en pro del Bienestar. Sin autonómicas mediante, la necesidad televisiva quedaría solventada con conexiones regionales, por parte de los entes nacionales.  Llegados a este punto, más de uno se preguntará: ¿está usted a favor del cierre de Canal 9? No, le contestaría, siempre y cuando existan recursos suficientes para mantenerla. ¿Está usted a favor del cierre de cualquier televisión autonómica como medida necesaria para canalizar el gasto hacia educación y sanidad? Sí, rotundamente sí.  ¿El cierre de RTVV responde a la segunda cuestión? No lo sé.

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1 COMENTARIO

  1. No lloro ni lloraré el cierre de Canal 9 por sus trabajadores ni por sus informativos pero me revuelvo con todas mis fuerzas por lo que representa de ataque al autogobierno de una comunidad con lengua propia donde un Canal 9 público y honesto tiene una labor ingente para difundir la cultura, la lengua y vertebrar el territorio. Canal 9 se creo con el consenso de todos y se ha cerrado con la imposición de una derecha que nos ha devuelto a los tiempos más grises del franquismo. Lo cerraron con la policía con nocturnidad y alevosía y no por la noche porque los trabajadores se resistieron cuanto pudieron. Lo ocurrido con Canal 9 quedará grabado en el subconsciente colectivo de una comunidad donde la derecha ha mentido, robado y manipulado como si esto fuera su cortijo.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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