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Sesgos informativos

La noticia espeluznante del falso monje shaolín invita a la crítica a reflexionar sobre la falta de rigor existente en las informaciones vertidas por los medios de comunicación. No sé si a ustedes les habrá pasado lo que a mí,  pero en más de una ocasión he visto grandes distorsiones entre: los hechos ocurridos en un determinado lugar y la información publicada el día después en la prensa del kiosco. Cuando estudiaba en la universidad, recuerdo a un profesor de Psicología Social, al que le gustaba hablar de "rumores" y "tergiversaciones". Decía este Asociado de la Universidad de Alicante que existía un experimento sobre el deterioro existente entre: información recibida y lejanía de la fuente.  El experimento consistía, nos explicaba, en que: "ustedes – nosotros – transmitan un mensaje boca – oído a su compañero de silla hasta llegar al último de la fila." Por ejemplo: "usted – se refería a mí – transmita el siguiente comunicado a su compañero de pupitre: Alberto está resfriado y no ha podido venir a clase – me lo dijo muy flojo para los demás no lo oyesen -". Cuando el mensaje le llegó al último de la clase, éste – Antonio, se llamaba – hizo pública la información recibida al resto del aula. Se levanto de su silla y dijo: "acaban de comunicarme que Alberto no ha venido a clase porque le han diagnosticado un tumor en el pulmón y posiblemente abandone el curso". Curioso.

Si a este deterioro de la fuente original – consecuencia de su lejanía – le sumamos "la fe de verdad" al mensaje recibido; tenemos el cóctel perfecto para estar mal informados. Por ello y apoyándome en el experimento de mi antiguo profesor; pienso en alto y digo: "¿es posible que buena parte de lo que leemos, vemos y oímos en los medios esté tergiversado por el efecto del boca-oído entre los intermediarios? Uno de los motivos por lo que inicie este blog fue precisamente por ello. Fue para romper una lanza contra aquellos medios que, tan preocupados por sus audiencias, publican informaciones sin comprobar de primera mano su fuente original. Volviendo al tema del falso monje shaolín me preocupa que este señor haya ido de plató en plató vendiendo una mentira y, a ningún periodista de facultad, se le haya ocurrido indagar detrás de sus palabras para descubrir la veracidad de la fuente. Lo mismo pasó con Roldán. Recuerdan, se puso todos los galones habidos y por haber. Llegó a ser director de la guardia civil, que no es "moco de pavo", y sin embargo no llegó ni a tercero de BUP. Como ustedes saben, a parte de escribir me dedico a enseñar. En las aulas se respira esta cultura de creer sin cuestionar al argumento de autoridad.

A día de hoy, muchos alumnos (jóvenes y no tan jóvenes), otorgan fe de verdad a todo lo que se publica en Internet. Alguna que otra vez, después de una explicación algún alumno ha levantado la mano y ha dicho aquello de: "pues éso no es así porque lo he visto de otra forma en Internet". Estas intervenciones no me preocupan en absoluto, al contrario; me gusta porque indican que existe un clima de participación en el aula, pero  en ocasiones tales  manifestaciones – basadas en Internet – son erróneas. Es precisamente, en ese momento cuando las luces rojas se encienden ante el sesgo de verdad que provoca la red en la transmisión del conocimiento. Por ello a mis alumnos les digo: "comprobar las fuentes contrastarlas". Se lo digo así para que perciban las diferencias y matices entre los mensajes encontrados.

A parte de este sesgo que suscita Internet, existe el sesgo de la inmediatez. Cuando escribes en un medio de comunicación son tantas las prisas por llegar a ser el primero dar la  noticia que se crean efectos inesperados en la circulación "a posteri" del mensaje. Me explico. En un Telediario de unos treinta minutos aproximadamente es muy difícil, por no decir imposible, contar la realidad "de cabo a rabo" sin dejarse ninguna coma en el camino. La función sintetizadora de los medios, no olvidemos que trabajan a contrarreloj, impide dedicar el tiempo necesario a analizar, o mejor dicho, desmenuzar los dos o tres minutos que duran las palabras dedicadas a ese menester. Por ello cuando se conoce de cerca el hecho sin que nadie nos lo haya contado. O mejor dicho, cuando eres de los primeros en filtrar por tus sentidos el hecho acaecido, es cuando uno se da cuenta del abismo existente entre: lo que nos cuentan los otros y la realidad filtrada por nuestros sentidos.

Ante estos sesgos informativos: la lejanía de la fuente, la falta de comprobación de las mismas y la inmediatez por querer llegar a tiempo; hay que ir con los pies de plomo para no nos confundan con aquéllos que sacan pecho y con toda la seguridad del mundo dicen, aquello de: "lo sé de buena tinta, lo he leído en la prensa o lo he visto en el telediario"; o con esos alumnos que abomban la voz con el conocido: "profesor: lo he visto en Internet".

Llegados a este punto debemos evitar leer siempre las mismas fuentes para darnos cuenta que a en ocasiones somos un rebaño, lo digo cariñosamente, que se nos lleva de aquí para allá sin pararnos a mirar el suelo que pisamos. Es importante reivindicar un cambio a las leyes que regulan el derecho de la información. No digo que sean para tirarlas a la basura. Ahora bien, no entiendo – y me da igual que ustedes me llamen cuadriculado – que los periodistas no digan cuáles son las fuentes de información que sustentan sus noticias. Si nos diesen ese dato, nos daríamos cuenta que mucho, mejor dicho, muchísimo, de lo que leemos en los medios de comunicación ha sido publicado tras la información vertida por el último de la fila.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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