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El cascabel

La evolución de la razón ha manchado a la burocracia de codicia y corrupción. Las superestructuras marxistas de la democracias neoliberales, manifiestan a los civiles, la decrepitud de los valores en las "élites tóxicas" del poder. Es precisamente, la politización de las normas y las intromisiones interrólicas en las fronteras de Rousseau, las que han convertido, al pacto de los demócratas, en un manjar de gestores legitimados al servicio de sus bolsillos. La opacidad y complejidad de los abstractos permite al controlador de lo nuestro, cabalgar a sus anchas por los desviados durkheinianos. La Crítica intelectual no puede pasar de puntillas por los errores formales, heredados de las burocracias comunistas.

El cambio de perspectiva – en palabras de Gasset – sirve al indignado del ahora, para mirar lo que se esconde entre las grietas de sus orillas. Es el lastre institucional de ciertos organismos del Estado, el que impide vislumbrar la luz en las balanzas ejecutivas. Con la que está cayendo en las penurias mundanas, no nos podemos permitir, el mantenimiento "insoportable" del Senado y la Corona. Los adornos democráticos – decía esta mañana, el enfermo catedrático -, deben ser descolgados de las ramas constitucionales. Las leyes orgánicas y ordinarias podrían aprobarse, sin necesidad – faltaría más – de pasar por la Cámara segundona. Son la suma de "seis mil cuatrocientos euros mensuales" – de media-, multiplicados por doscientos sesenta y seis encorbatados, la cifra que nos cuesta  mantener el tinglado del Senado.  La Monarquía necesita para oxigenar su "tren de vida", unos ocho millones y medio de euros – contantes y sonantes – de los Generales del Estado. Llegados a este punto – el retórico de Santiago, se pregunta – ¿Podríamos vivir sin Senado y Monarquía? Probablemente sí, pero son los intereses de las élites, los que secuestran a los truenos, en la caja de Pandora.

Los EREs consecutivos de Canal 9 y Telemadrid, destapan para el Rincón,  la "misteriosa gestión" de la Derecha, en sus cavernas autonómicas. El ejército de "innecesarios" en los platós territoriales, pone sobre el tapete, el tercer  lastre oxidante, de las máquinas burocráticas. En días como hoy, es de recibo entender: el coste desmesurado que supone para los bolsillos mileuristas, el mantenimiento tributario de las "parrillas autonómicas". Desde los renglones de este blog, nos preguntamos: ¿Se podría vivir sin televisiones regionales y locales, con tal de evitar  recortes, en otros servicios sociales? Sin duda alguna, sí. Bastaría con otorgarle a la Primera – la de todos -, conexiones autonómicas para acercar el zoom de la noticia, a sus feudos territoriales. Solo así, conseguiríamos aliviar las endémicas cuentas del Estado, por otras vías distintas a los recortes indiscriminados a los funcionarios de siempre.

Las subvenciones a Sindicatos y Fundaciones, son otra piedra angular, que impide al caballo democrático trotar por las calles de lo público. Sin ayudas a tales instituciones, el Estado conseguiría mayores transfusiones para sus órganos vitales. Sin subvenciones – decía el sociólogo convencido – se rompería, de una vez por todas, el servilismo de tales organizaciones a la partidocracia presente. Sin caramelos, el juicio de Sindicatos y Fundaciones, cobraría objetividad y credibilidad en los sótanos ciudadanos. Lo más importante de todo – decía un interino despedido – es que: los ingresos por  tales causas, sería redistribuidos en pupitres y ambulancias. Mientras sigamos alimentando a los agentes sociales con el dinero de todos, recibiremos a cambio: hipocresía discursiva, envuelta en retórica barata. 

Los cuatro lastres del sistema – Senado, Monarquía, duplicidades autonómicas y subvenciones a Sindicatos – hacen que los justos -la clase media – paguen los desaguisados de los pecadores – las élites tóxicas del poder -. Sin tales cargas en el debe, el achatamiento de nuestra pirámide, abriría un balón de oxígeno para los pulmones ciudadanos. El filo de la tijera en las entrañas institucionales, serviría a los demócratas para ver la justicia, en las balanzas de la crisis. Es precisamente, el despilfarro de "lo público" y los intereses de algunos, los que impiden poner – de una vez por todas – el cascabel al felino.

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1 COMENTARIO

  1. Mª Jesús

     /  13 enero, 2013

    Totalmente de acuerdo, pero no debemos de obviar la corrupción, y que no sirva soltar el lastre, para que los bolsillos de algunos se sigan llenando, mientras les hacen agujeros a los nuestros.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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