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Sátiras demagógicas

Las espadas de Casals se han ensañado con la muerte de Carrillo. La dos de La Razón pasará a las vitrinas de la Caverna por los insultos propinados desde "la jungla" de Marco y el "buen salvaje" de Narváez. Con el título: "las gafas de Carrillo", el segundo de Marhuenda viste de largo los argumentos mediáticos con los remiendos de la  falta de respeto. Desde su artículo. El subdirector del chiringuito; crítica  -con una sátira mordaz, al estilo de Reverte – el cuerpo cadavérico de Santiago. "No deja de resultar <<chocante>> – en palabras del articulista  – la postrera imagen de Carrillo, muerto en su ataúd con las gafas puestas, como si su fantasma fuera a alzarse a pedir un cigarrillo o una cofesión in extremis ahora que se llevan tanto las series de fantasmas y vampiros". "El viejo comunista – sigue Pedro en su mofa hacia Carrillo – era <<un muerto viviente>> al que de cuando en cuando sacaban de la tumba para que limpiaran el polvo de la universidad". "No quiero – concluye el Subdirector de La Razón – que me entierren con gafas" – por cierto, él no usa gafas -.

Con el título: "las buenas intenciones". El artículo contiguo a "las gafas de Carrillo", continúa por la misma senda satírica emprendida por su vecino de la derecha. Desde "la jungla" – nombre de la columna de José María Marco – los insultos al difunto se disparan como bayonetas napoleónicas en pleno campo de batalla. Según la perla de Marhuenda: "lo peor del siglo XX – no fue ni el franquismo, ni Hitler ni Mussolini; lo peor – se concentró en Santiago Carrillo". Don Santiago: "habría hecho de España, de haber triunfado, una sucursal del estalinismo soviético, con todo su cortejo de miseria, campos de concentración, asesinatos en masa y cerrojazo a cualquiera de los derechos humanos". Con insultos al difunto – "antipático", "bufón cortesano" – el autor de la columna ningunea la función del comunista en la Transición democrática.

Al autor de la "jungla" le sorprende que don Santiago Carrillo diera el visto bueno a la democracia "liberal". "Una paradoja muy propia del siglo XX – vaya ahora resulta que los demócratas somos paradójicos – quiso que en ocasiones la libertad tuviera que contar, para abrirse camino, con las bendiciones de quienes la habían aborrecido sin tasa". Concluye, el discípulo de Marhuenda, tratando de cinismo histórico la función de don Carrillo en las libertades que nos envuelven.

Desde la Crítica no podemos cruzar los brazos ante semejantes interpretaciones. La falta de respeto por el cuerpo  de Carrillo – al margen de los odios y pasiones levantados por el personaje – pone sobre la mesa; el estilo de algunos periodistas con tal de mantener intacto el sillón que los protege. Si fuese yo, el hijo de Santiago sentiría escalofríos al leer en la prensa de mi país; una sátira tan mordaz e insidiosa contra el cadáver de mi padre. La imagen de una persona está marcada por los objetos que la definen. Las "gafas de Carrillo" – señor subdirector de La Razón – son un rasgo distintivo del rostro de Santiago. Probablemente, su familia haya decidido velar a su difunto con los mismos rasgos distintivos que en vida le acompañaron. Por ello, resulta de poco gusto – mordaz, burlesco y ridículo – que un columnista de su "categoría" haga una sátira huérfana e indefensa de réplica.

Por su parte, las palabras demagógicas de José María a la figura histórica de Carrillo dejan mucho que desear de un señor que vive en libertad gracias – le guste más, o le guste menos – a las acciones de señores como Santiago. Señores como Santiago que – al margen de sus ideas comunistas – supo acoplar sus ideas a los marcos del Capital. Desde su libertad, criticó hasta la médula – y poco se equivocó – el devenir histórico del modelo actual.

Mezclar nacionalismo con comunismo – como así ha hecho el autor de "buenas intenciones" demuestra la falta de cultura política de algunos columnistas que parlan sin hablar sobre aquello que más le gusta a su línea editorial. Los nacionalismos – señor Marco – tienen sus raíces en la ideología liberal. Don Santiago siempre estuvo al lado de la izquierda. En primera instancia fue comunista pero, llegada la democracia y comprobado el fracaso de la URSS, optó por moderar su discurso y encajar sus ideas en la Socialdemocracia. Esa moderación ideológica – que usted llama "cinismo" – es la grandeza de un hombre que se ajustó a los nuevos tiempos y dejó atrás las utopías de su juventud.

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1 COMENTARIO

  1. Realmente un gran artículo. Muchos de los redactores que escriben en determinados medios están «limitados» en su posicionamiento ideológico y huyen de todo pragmatismo…

    Un cordial saludo
    Mark de Zabaleta

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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