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De violencia y soluciones

Según el eurobarométro publicado por la Comisión Europea, uno de cada tres europeos cree que tener "relaciones sexuales sin consentimiento" puede estar justificado. Puede estar justificado, como les digo, si la mujer ha bebido más de la cuenta o tomado drogas, si ha invitado a su acompañante a casa, va vestida con ropa sugerente o no ha opuesto resistencia física. No olvidemos, antes de comenzar el análisis, que cada minuto fallecen en el mundo diez mujeres por violencia de género. En España, en lo que llevamos de año, cuarenta mujeres han perdido la vida a manos de sus parejas. Con motivo del Día Internacional de la Violencia de Género no podemos pasar de puntillas por esta lacra social que azota nuestras vidas. Una lacra que no distingue entre país, edad, raza o religión. Aparte de un Pacto de Estado contra el terrorismo machista, algo que debería estar consensuado desde hace años, se deben examinar otras soluciones para frenar la estadística.

La primera solución pasaría por la educación. Nuestro sistema educativo, caracterizado por el cientifismo en detrimento de las humanidades, entorpece la solución a la violencia. La Educación para la Ciudadanía, asignatura extinguida por la Lomce, tenía como misión fundamental formar a los jóvenes para vivir en sociedad. Una sociedad – la nuestra – marcada por la diversidad cultural, ideológica, religiosa y sexual. La materia perseguía que los alumnos tomaran conciencia del relativismo cultural y que, desde esos mimbres, respetaran y fueran tolerantes con las peculiaridades de los otros. Detrás de la violencia de género reside, en la mayoría de los casos, seres que en pleno siglo XXI, no han asimilado todavía el derecho a la igualdad. Un derecho fundamental, contemplado por la Constitución y que en la praxis es papel mojado.

La alfabetización emocional, y esta sería la segunda solución, debería ser – junto a la Educación para la Ciudadanía – una asignatura troncal desde primaria hasta la universidad. Aparte de aprender a sumar, restar y dividir; sería conveniente que los alumnos aprendieran a reconocer las emociones. Emociones como la ira, el miedo, e orgullo, la envidia y los celos que – en la mayoría de los casos – desencadenan episodios de violencia con finales irreparables. La Inteligencia Emocional – de la que tanto habló Goleman en los noventa – se convierte en una necesidad para gestionar, de forma eficaz, las relaciones humanas. Es necesario, como les digo, que los seres humanos aprendamos a "contar hasta diez", antes de herir la sensibilidad de los demás.

Otra solución, y ya serían tres, pasaría por las campañas de sensibilización. Aparte de los cursillos a los maltratadores, la visibilidad de la violencia debería inundar los espacios televisivos. Sería conveniente que los ciudadanos visionaran la cara negra del maltrato. Que visionaran los efectos colaterales de las faltas de respeto en los más damnificados, los niños. Los niños son, en la mayoría de los casos, quienes más sufren en silencio el llanto de su madre ante la violencia de su padre. Campañas televisivas para que la gente se asomara a esas habitaciones del odio. Habitaciones en las que los gritos y los golpes se convierten en el Padrenuestro de cada día. Aparte de las pancartas contra la violencia, del teléfono de ayuda y de la denuncia judicial; hay que mostrar a la sociedad lo que la verdad esconde. Una verdad que, en la mayoría de los casos, deja un trágico final.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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