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Uñas rotas

Marta y María quedan todos los días a las cinco de la madrugada en la puerta del África, el único bar del pueblo que abre tan temprano. Allí acuden los camioneros y vendedores ambulantes a tomar sus primeros carajillos antes de partir al trabajo. Francisco – el dueño del África – suele poner en el plasma de la barra una película de "destape". Esto lo viene haciendo desde que los rombos del franquismo pasaron al olvido y las películas de Pajares entraron en escena. Hoy, Marta no tiene buena cara. Ernesto – su hijo de cinco años – se ha despertado varias veces por la noche. Se ha tomado una Hemicraneal – una pastilla para el dolor de cabeza – para aguantar la jornada. Le queda por delante doce horas en la vía envasadora y, para inri, su jefe la tiene tomada con ella. Tanto es así, que el otro día le dijo que si no iba más deprisa, lo tenía muy crudo para que le renovara el contrato. Aunque le paga una mierda, y perdonen por la expresión, Marta no puede dejarse el trabajo. Hace un año que se separó y Miguel todavía no le pasa la pensión. María conoce a Marta desde que iban al colegio. Son las dos del mismo barrio y fue ella – María -, quien habló con su jefe para que la contratara. María es coqueta. Le gusta que los tíos le miren el culo cuando anda por la calle. Su marido, al parecer tiene a otra. A ella solo la quiere para que le haga la cena y le planche las camisas. Esta harta, cuenta Marta, que después de doce horas, soportando al "baboso" de su jefe, tenga que ser la criada de su esposo.

A la doce del mediodía, tras media jornada de trabajo, Marta y María suelen tomar algo en el bar de enfrente. Allí se juntan con Manuela, una vieja conocida que trabaja de administrativa en un concesionario de coches. Manuela suele pedirse una tostada con tomate y un descafeinado con leche. Marta, por su parte, toma un café largo con algo de bollería y, María suele pedirse media con mantequilla y zumo de naranja. Gabriel, el chico de la barra, es bastante eficiente. "Es una máquina sirviendo mesas", en palabras de Manuela, y ello, como dice María, se agradece muchísimo porque así les da tiempo a fumarse el cigarrillo. Marta se encuentra mejor del dolor de cabeza.

Al parecer, la Hemicraneal le ha hecho efecto. Acaba de enviarle un wasap a su madre para preguntarle por Ernesto. María, sin embargo, no lleva bien la mañana. Su jefe, le ha llamado la atención porque ha estado más del tiempo permitido en el aseo. Manuela está preocupada. Al parecer, la venta de coches está bajando y ha oído que posiblemente se acerquen nubarrones. En el fondo, como dice Marta, no se pueden quejar. Tienen trabajo y, hoy en día, con la que está cayendo es un lujo. A pesar de que trabajan muchas horas, tienen contratos basuras y ganan menos que Jacinto y Enrique, sus compañeros de envases. Han pasado los treinta minutos, es hora de volver a la fábrica. Con el estómago lleno – dice María – las horas se hacen más llevaderas

Son las seis de la tarde, por fin ha sonado la sirena: fin de la jornada. Tras doce horas a sus espaldas, Marta y María se enfrentan a las tareas de sus casas. El marido de María comienza a las ocho de la mañana y no llega hasta las nueve de la noche; luego es María, la primera en poner lavadoras; fregar los platos y comprar algo para la cena. Su marido, aparte de bajar la basura; no hace nada en la casa – “res de res", como diría Perico – mi primo, el valenciano-. María se queja de que no tiene tiempo para ella. Trabajar doce horas diarias pasa factura a la más bella de las plebeyas. Tanto es así, que ni siquiera puede dejarse las uñas largas; las tiene rotas de tocar los disolventes de la fábrica. Marta, le ha enviado un wasap. Son las diez de la noche y ni siquiera se ha duchado. Está con Ernesto, su hijo. Mañana tiene examen de matemáticas y no quiere que lo suspenda. Ernesto echa de menos a su padre, a pesar de que éste se fue al extranjero y si "te he visto, no me acuerdo". Manuela acaba de acostarse. Hoy su marido tiene guardia, luego no se verán hasta mañana al mediodía. Casi siempre suele enviar un wasap a Marta y a María. Es tarde. Son las doce de la noche. Marta está en el sofá medio dormida, y María está viendo un documental acerca del 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. Mañana hay que madrugar, el móvil está programado para que suene a las cinco de la madrugada.

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1 COMENTARIO

  1. Realmente es la cruda/dura/triste realidad en nuestra sociedad….

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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